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6 0 E L SACRAMENTO DEL BAUTISMO signo visible de la dedicación del israelita al culto del verdadero Dios, la consagración a su servicio. Por este rito entraba en la sociedad del Pueblo elegido por Dios para darle culto, y pregonar ante el mundo sus maravillas. El bautismo es la señal externa de agregación a la Iglesia (pp. 31-36), a la Sociedad congregada en nombre de la Tri­ nidad y para su adoración en la tierra y en el cielo. El mismo rito bautismal expresa sensiblemente y dramatiza esta idea de la consagración de la vida cristiana a la Trinidad. Se hace una triple renuncia al diablo y una triple protesta de querer entre­ garse al servicio del Dios Trino. La profesión solemne de fe en la Trini­ dad antecede inmediatamente a la infusión del agua bautismal, que se hace en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En su naturaleza íntima esta «dedicación» al servicio religioso de la Trinidad, no es algo puramente externo y jurídico: es una con­ sagración interna, que dota al alma de nuevas virtualidades, le trans­ forma realmente, ya que se verifica la consagración por la gracia y el carácter sacramental: él' es el que sella ante Dios y ante los hombres esta dedicación, haciendo de ella una consagración eterna. Por estar esta consagración marcada con el carácter, quiere de­ cirse que tal consagración constituye al hombre en adorador oficial y público de la Trinidad, participante de la «misión mesiánica», de la dignidad con que Cristo adora a la Trinidad en representación de toda la creación. Por ser adorador «consagrado» de la Trinidad se quiere decir: que lo hace junto con Cristo, y que por ello tiene de­ recho especial a ser oído por el Dios Trino. Esta «consagración» al servicio de la Trinidad se ha de poner en conexión con la afirmación de San Pablo de que todo cristiano es ’’tem p lo de Dios, del Espíritu Santo” . El templo de la santísima Tri­ nidad en la creación es el Cuerpo de Cristo; y luego, por la «incor­ poración» a Cristo, todo hombre que llega a formar con Cristo un solo «Cuerpo», llega a formar también un solo «Templo», donde vive y es adorada la santísima Trinidad. Como Cristo está «habitado» por la plenitud de la Divinidad (Col. 2, 9), así todo el que es en Cristo. La doctrina teológica sobre la inhabitación de la Trinidad en el alma del justo, puede ser desarrollada en este momento. B) El bautismo nos ’’configura” con Cristo. San Pablo nos descubre el misterio del amor de Dios sobre nosotros: nos predestinó desde la eternidad para ser conformes a su Hijo, a Jesús. Cada cristiano tiene el destino supremo de ser «otro Cristo» ante el Padre celestial (Rom. 8, 28-39). El bautismo es el momento en que este designio eterno de Dios Padre se hace «historia» y rea

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