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ALEJANDRO DE V ILLA LM O N TE 59 pora al Cuerpo místico de Cristo, a la Iglesia; pero aquí encontramos de nuevo a la Trinidad. Porque si la Iglesia es una realidad sobrena tural lo es, radicalmente, porque ella está llena de la Santísima Tri nidad, que es su alma. El Espíritu Santo lo es por apropiación, pero en El lo es toda la Trinidad. Por el carácter participamos en la dig nidad mesiánica de Cristo. Pero Jesús es el Mesías por la unción de la Divinidad, porque en El habita «corporalmente» la Divinidad que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Si Jesús es el Ungido, lo es en orden a la Trinidad: para ser en la tierra y en el Celo el perfecto «adorador de la Trinidad», al frente de la familiade los hijos de Dios, que la Trinidad se eligió de todo el mundo. Así pues, siempre y en la medida enque el bautismo nos ha in corporado al misterio de Cristo, en esa misma medida nos ha incor porado al misterio de la Trinidad. Sin embargo, convendrá que su brayemos un poco más esta consagración del bautizado a la Trinidad en Cristo Jesús. A) El bautismo nos consagra a la Trinidad. Esta verdad aparece clara en la misma fórmu la bautismal: «te bau tizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Ser bau tizado en nombre de alguien quiere decir ser dedicado, consagrado a él, quedar adscrito entre sus seguidores (I Cor. 1, 13). Ser bauti zado en el nombre de la Trinidad quiere decir: ser lavado del pecado y resucitado a nueva vida por la virtud de la Trinidad, por su acción en el hombre y para su gloria. La Trinidad se revela todo a lo largo de la Historia Sagrada; pero, sobre todo, en la muerte-resurrección de Jesús, que es el aconteci miento cumbre de esta Historia. Ahora bien, en la Irstoria religiosa de cada hombre cristiano, la Historia de Salud se hace aconteci miento personal en el momento del bautismo, cuando es incorporado a la muerte-resurrección de Jesús. Incluso el bautismo no es más que una continuación, en el tiempo y en el espacio, de aquel acon tecimiento salvador. Por eso se comprende que, así como la muerte- resurrección de Jesús es obra por excelencia de la Trinidad, también lo sea el bautismo, «comunión en la muerte y resurrección del Señor». Jesús entró plenamente en la vida de la Trinidad (e. d., se manifestó que estaba en ella), en el momento de la resurrección: el cristiano entra en el círculo de esta vida en el momento del bautismo (Cfr pá ginas 23-26). El bautismo es presentado en la tradición de la Iglesia como el antitipo de la circuncisión. Por consiguiente ha de cumplir en for ma perfecta las funciones del antiguo rito. La circuncisión era el
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