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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 57 sarrollo en el sacramento de la Confirmación. Preferimos dejar para entonces la explicación de este punto, a fin de hacerlo en forma completa. 6. El bautism o nos da participación en la dignidad regia de Cristo. Cristo, en virtud de la Unción del Espíritu en la encarnación, tiene la dignidad regia: dominio y señorío espiritual sobre la creación en­ tera. En su muerte-resurrección obtuvo el dominio que se le debía desde el principio. Dominio sobre los poderes del mal de los que triun­ fó con bizarría en la Cruz (Col. 2, 19); dominio sobre los hombres a los que redimió de la esclavitud y conquistó para el Padre y domi­ nio sobre los poderes de la creación material, ya que las leyes de la materia no tienen poder ninguno en su Cuerpo glorificado. En su bautismo el cristiano comienza a realizar este dominio es­ piritual sobre las fuerzas al mal y aún sobre las fuerzas de la ma­ terialidad, en cuanto éstas son apoyo para el desarrollo del mal. Ahora es en forma germinal; pero el bautismo tiene un intenso sentido es- catológico: es un impulso espiritual que se actualiza en los últimos tiempos y germina en plena realidad. Y esto por ser participación sacramental de la resurrección de Jesús, cuyo sentido escatológico es manifiesto. Con la obra de Jesús, sobre todo en su muerte-resurrección, co­ menzó la espiritualización y dominio religioso sobre el universo, aún material. La historia subsiguiente a la resurrección de Jesús sólo tiene sentido en cuanto que es un despliegue espacio-temporal de la resurrección de Jesús. La resurrección universal y divinización del universo se verificó en su primer estadio: resurrección personal de Jesús en su Humanidad; pero sigue Cristo resucitando en la Iglesia y realizando en Ella la redención de todas las cosas, hasta que llegue al dominio completo y puede entregar al Padre como trofeo el uni­ verso conquistado por El (I Cor. 15, 24-28). La redención y reinado espiritual sobre el universo lo continúa ampliamente la Iglesia en diversas formas. En primer lugar por los milagros obradas sobre las fuerzas de la naturaleza. El milagro es signo de señorío sobrenatural sobre el cosmos y sus leyes. En la ad­ ministración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Aquí el dominio sobre la materia se manifiesta en cuanto que es puesta al servicio de las necesidades espirituales del hombre, como instru­ mento de la gracia. Y en la Eucaristía los elementos materiales son transubstanciados en el Cuerpo espiritual de Cristo glorioso. Final­ mente, la Liturgia puede considerarse como otro de los medios de espiritualización de la materia. En la medida en que el bautizado

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