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ALEJANDRO DE V ILLA LM O N TE 53 recibida en el bautismo. En esta vida llevando una vida según el Espíritu y preparándose así para la consumación de la filiación cuan do tenga lugar la resurrección de la carne. En cualquier sistema religioso 1a- oración es la expresión sintética de los sentimientos religiosos ydetodas las relaciones vitales del hombre con Dios. El bautismo no excluye ni disminuye la necesi dad de la oración para el cristiano; más bien le da su verdadero sentido, profundidad, amplitud y eficacia. Le da sentido en cuanto que,en vez de lasimple oración de un hombre religioso, se transformaen la oración íntima efusiva, con fiada, de un hijo ante el Padre. La dota de profundidad y amplitud, porque nuestra oración como cristianos está incorporada a la ora ción pública de Cristo y de la Iglesia. Siempre oramos con Cristo y con la Iglesia; y siempre en nosotros ora Cristo y su Iglesia, en la oración pública y en la privada. Y es que el cristiano, por el bautismo, queda constituido en adorador oficial de la Trinidad, al lado de Cristo «Sumo Adorador de la Trinidad»: Dios predestinó a los hombres en Cristo desde la eternidad para que junto con Cristo fuesen un coro de adoradores, un sólo amor en el Corazón del Verbo encarnado. Finalmente, la enriquece con nueva eficacia: como resultado de los anteriores elementos la oración del bautzado es la oración de un hijo; se hace unida a Cristo; bajo el impulso del Espíritu; incorpo rado a la Iglesia. De aquí se deriva que el cristiano que es consciente de su dignidad, con toda naturalidad hace su oración lleno de fe, de confianza, de seguridad amorosa en la bondad del Padre celestial. Su sacerdocio bautismal es una llamada urgente a orar más y mejor. C) Los su frim ien tos de la vida. — Para un bautizado, los sufri mientos se convierten en un acto de sacrificio que continúa el sa crificio de la Misa. Como en Cristo los sufrimientos de la vida entera eran consecuencia de haberse entregado a la Cruz, así en el cristiano. Con el sufrimiento de cada día, completamos la crucifixión sacra mental verificada en el momento de nuestro bautismo. Con él com pletamos también lo que falta a la Pasión de Cristo en sus miembros (Col. 1, 24). En los momentos más duros de la vida piensa el cristiano por qué el bautismo no nos habrá restituido la inmunidad del sufrimiento que gozábamos en Adán, como nos restituyó la gracia. Ello obedece a que Dios quiere, mediante el sufrimiento, educarnos para que ad quiramos conciencia de nuestra vocación como miembros de Cristo crucificado y en cuanto crucificado. El bautizado sufre por todos los motivos por los que sufre cualquier mortal. Pero a la luz de la fe adquiere un sentido nuevo y superior el sufrimiento de un cristiano: adquiere un carácter ' corredentor. Por el sufrimiento nos asociamos
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