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44 E L SACRAMENTO DEL BAUTISMO «representativo» del Pueblo de Israel está implícito: él debe dar culto a Yavé y pregonar sus glorias entre las naciones y en nombre de ellas. b’) I Pet. 2, 2 -1 0 : ’’Vosotros, com o piedras vivas, sois edificados en casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espiri­ tuales, aceptos a Dios por Jesucristo... Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el p o ­ der del que os llamó de las tinieblas a la luz admirable” . c’) En el Apc., encontramos varios testimonios: ” La sangre de Cristo nos ha h echo un reino y sacerdotes de D ios” (Apoc. 1, 6). Todos los redimidos por la sangre de Cristo han sido incorporados a una sociedad cultual, que es la Iglesia. Por ello alaban al Cordero por toda la eternidad: «Cantaron un cántico nuevo que decía: "d igno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fu iste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hom b res de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la tierra” (Ib. 5, 9-10; Cfr. ib., 20, 6). d’) Alusión implícita a esta misma idea puede verse en la afir­ mación de que todos los cristianos, unidos a Cristo, tienen acceso al sancta san ctorum ; lo cual sólo era permitido a los sacerdotes. Esta entrada en el «santuario» a ofrecer activamente el sacrificio, tiene sentido pleno en el templo del cielo; pero ya ahora se inicia en el momento en que somos incorporados a Cristo sacerdote, en el bautismo (Hbr. 10, 19; 12, 18 ss). En otros textos se afirma que los mismos cristianos son «templo» de Dios (Rom. 12, 1; Ef. 2, 22; I Cor. 3, 16 ss.). Según el N. T., propiamente hablando, el Templo de Dios en el mundo es el Cuerpo glorificado de Cristo. La Iglesia es tem­ plo en cuanto es Cuerpo místico-neumático de Cristo; y los cristianos son templo porque están incorporados al Cuerpo glorioso de Cristo. El templo (Cuerpo de Cristo-Iglesia-cristianos), es el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, donde Dios es venerado, se hace oración y se ofrecen sacrificios. Pero sólo puede ejercer estas funciones el que haya recibido de Dios la «vocación» y dignidad sacerdotal: Cristo- Iglesia-el bautizado. e’) La Tradición de la Iglesia cuenta con abundantes testimonios en cada siglo. Los santos Padres piensan que todo hombre que entra en la Iglesia —por el bautismo— entra en una sociedad cultual y re­ cibe la dignidad sacerdotal. Hay distinción entre este sacerdocio bau­ tismal y el sacerdocio jerárquico de presbíteros y obispos; pero, aun­ que subordinado e inferior a ellos, es también verdadero sacerdocio. La Eucaristía aparece no raras veces como el sacrificio que ofrece a Dios un «pueblo sacerdotal», la sagrada Comunidad de los cris

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