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42 E L SACRAMENTO DEL BAUTISMO el cristiano indigno el carácter es un recuerdo continuo de la res­ ponsabilidad que sobre él pesa. C) Señal de distinción y nobleza. — La tradición teológica habla del carácter como de «señal distintiva» de los cristianos: les distin­ gue de los demás hombres ante Dios y ante la sociedad humana, en la forma indicada. Como la «señal» que se pone a las ovejas, el signaculum de los militares; la marca con sangre que el ángel puso en el dintel de las casas de los hebreos, en Egipto, la noche de la primera Pascua. Particularmente el carácter es una señal de la nobleza, aristo­ cracia espiritual a que ha sido llamado el cristiano. Por el carácter bautismal, se verifican las palabras de San Pedro: ’’vosotros sois li­ naje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo de conquista para pregonar el poder del que os llam ó ...’’ (I Pet. 2, 9). Como Cristo es «elegido» por excelencia, el santo «ungido» de Dios, también el bau­ tizado lo es por su carácter. El cristiano pertenece a la aristocracia espiritual que Dios se ha elegido entre los hombres; es linaje santo, separado de los pecadores mundanos, consagrado a Dios, llamado a la santidad. Pertenece al pueblo «santo» de los redimidos, de los conquistados por la muerte y resurrección de Jesús. Y sello auten­ ticado por Dios, señal indeleble de esta selección divina es el ca­ rácter bautismal. La sangre del cordero pascual, impresa sobre las puertas, hacía ver al ángel que los habitantes de aquella casa eran «elegidos» de Dios para la salvación y liberación de la esclavitud. Es una imagen bíblica del carácter bautismal. Marcados por el carácter, los cristia­ nos aparecen ante Dios como hombres «conquistados», redimidos por la sangre de Jesús. Ante el Padre aparece el bautizado como muerto al pecado y resucitado para Dios. Como si la sangre de Cristo dejase una marca imborrable en el alma, marca por la cual Dios y los de­ más hombres nos reconocen como «redimidos» por Cristo y consa­ grados al culto del Dios Trino en Cristo Jesús. D) Extiende hasta nosotros la unción mesiánica de Cristo y nos configura con El. — Todo carácter nos da una participación en la unción mesiánica de Cristo: en la dignidad-misión-destino mesiánico de Jesús. Bajo diversos aspectos y en grados diversos en el bautismo, confirmación, ordenación sagrada. Esta participación en la dignidad mesiánica de Cristo importa —entre otras consecuencias que hemos de exponer— , una deputa- ción, misión, habilitación oficial para ejercer los actos que pertenecen al culto cristiano y para recibir o ser introducidos en los «misterios» (—sacramentos) de ese msmo culto. Queda todo bautizado capacitado y consagrado para ejercer la función sacerdotal de Cristo. En su sen

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