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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 15 to sobre uno u otro de los elementos, se asistirá al origen de dos orien­ taciones dentro de la espiritualidad cristiana. Una tendencia que valoriza más continuamente la acción divina que actúa en nosotros y por eso la llamamos «m ística». Y otra tendencia que —suponiendo como básica la fuerza divina— tiende a acentuar en la práctica la necesidad del esfuerzo humano, y que llamaríamos «.ascética», por­ que valoriza con más insistencia lo humano, la cooperación natural a la obra total del desarrollo de la vida cristiana. La que hemos de­ nominado tendencia «mística» puede calificarse también y como con­ secuencia, de espiritualidad sacramental, litúrgica, eclesial. Términos que no son sinónimos, pero que están implicados unos en otros y se completan. La llamada tendencia «ascética» podría dar origen a una espiritualidad individual, moralista. Hay muchas obras escritas sobre la perfección cristiana y la san­ tificación de las almas que se desarrollan casi al margen de la teo­ logía sacramentaría, de la liturgia y de la vida de la Iglesia en cuan­ to tal. Estas obras hacen correr la vida cristiana por los cauces de la sicología humana, la oración personal, la mortificación particular, el individual ascetismo. La perfección, tal como la presentan estos escritores, no tiene más camino que la oración y mortificación; o, al menos, estos se ofrecen como del todo prevalentes. Todo esto es indispensable para el progreso de la vida cristiana; pero «sólo tiene valor y sentido mientras se conozca la doctrina com­ pleta y se tenga conciencia de que todo este proceso sicológico de oración y mortificación no es más que la vertiente humana de un pro­ ceso divino escondido, misterioso y sobrenatural; mientras sepamos que esa oración y mortificación tienen un sentido sacramental ocul­ to que les da valor y consistencia» 3. Leyendo a san Pablo se puede observar fácilmente que tiene un catálogo de normas morales bastante definido y, a veces, muy con­ creto. Pero constantemente hace resaltar que el elemento moral y normalístico de la vida cristiana está sustentado y vivificado por el elemento divino, místico, sacramental. La incorporación a Cristo, la vida y crecimiento en Cristo se verifican por los sacramentos del Bautismo, y de la Eucaristía *. También nosotros queremos que es­ tas reflexiones sobre la teología del Bautismo, contribuyan a poner de manifiesto y comprender mejor el entronque sacramental de la vi­ da cristiana. 3. B. García Rodríguez y L. G u h e rre z Vega, en lá introd. a la obra de N. Cabasilas, La vida en Cristo (Ed. Rialp. Madrid, 1952) p. 25. 4. C fr. Rom . 6-8; I Cor. 6, 19-20; E f. 4, 17-32. 5, 6. Filip . 2, 5 ss: C o l: 3, 1 ss:

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