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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 37 ’’siendo” en Cristo. Por consiguiente, Cristo ha de ser también la últ'-ma fundamentación y sentido de la acción del cristiano. Es la última fundamentación porque la vida del cristiano se desenvuelve a impulso de la gracia de Cristo: El es la Vid y los cristianos son los sarmientos (Jn. 15, 1-8). Es el sentido, porque el cristiano en vida y en muerte vive para Cristo, para su gloria (1 Cor. 15, 24-28). La actividad que ejerce cada ser, podemos verla como una autén tica «revelación» de lo que es. Por el bautismo el hombre entra en la categoría de «ser-en-Cristo». Por eso toda su acción ha de ser ima «revelación» de Cristo: Cristo aparece y se presenta ante el mundo en cada cristiano (Cfr. 2 Cor. 3, 2-3; 2, 15). Cristo se forma y crece en cada cristiano (Gál. 4, 19), crece en su realidad «espiritualizada». El bien obrar es una perenne gloria a Cristo; una conducta recta del cristiano es siempre «edificante», «edifica» a la Iglesia en el sen tido más literal de la palabra. En cada acción de un cristiano queda comprom etido el mismo Cristo. Para su honor, si la acción es buena; para deshonor de Cristo, si la acción es mala. De aquí que el escán dalo resulte especialmente peligroso y cargado de responsabilidad en un cristiano. Anteriormente hemos recordado que la vida cristiana consiste en el seguimiento de Cristo. El seguimiento consiste, sustancialmente, en reproducir en sí mismo la muerte-resurrección de Cristo. Esta repro ducción de la muerte-resurrección de Jesús cuando más hondamente se hace es en la recepción de los sacramentos, del bautismo en el caso. Pero la muerte-resurrección sacramental verificada en el bautismo exige el ser continuada por la ascesis y comportamiento moral in dividual. 2. Nueva moral del bautizado. Toda la moral cristiana, la «vida en Cristo», se funda en este hecho decisivo del bautismo: el bautismo es para todo hombre una reproducción eficaz de la muerte-resurrección de Jesús. El bautizado ha muerto y resucitado con Cristo. Principalmente ha resucitado, ya que la muerte no tiene sentido salvífico sino en cuanto culmina en la resurrección. Así lo expresa sensiblemente el rito bautismal: la inmersión simboliza y verifica la muerte y sepultura de Cristo. La salida del agua significa la exaltación, por la resurrección y ascen sión a los cielos. Esta idea teológica del bautismo como reproducción mística de la muerte-resurrección de Jesús, ha sido escogida por San Pablo como base para elevar una «moral cristiana». Se desarrolla la idea en
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