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14 E L SA C R AM E N TO DEL BA U TISM O Las manifestaciones de este crecimiento de la Iglesia en el cono­ cimiento de su propio misterio, son múltiples. En primer lugar, la teología de la Iglesia ha logrado un desarrollo incomparablemente ma­ yor que ningún otro tema de la ciencia sagrada, desde el siglo xvi hasta ahora. Incluso está constituyendo la base para el progreso que se logra en otros terrenos, como en Mariología y en la doctrina so­ cial de la Iglesia. En un plano más vital hay que señalar el resurgimiento, en el seno de la Iglesia, de una piedad más «eclesial». Este sentido eclesial de la espiritualidad se manifiesta, a su vez y sobre todo, en la pie­ dad de los fieles cada vez más «sacramental y litúrgica». La vida es­ piritual de la Iglesia como tal, se manifiesta en el culto público, que comprende esencialmente la administración de los sacramentos, la celebración del Sacrificio, y los otros actos litúrgicos. El cristiano de nuestros días, sin omitir los actos personales por los que él se dedica al culto de Dios, gusta cada vez más de completar su vida re­ ligiosa incorporándose con más frecuencia e intensidad a los actos de culto público de la Iglesia misma. La espiritualidad individual se siente pequeña e insuficiente y busca su plenitud en la piedad ecle­ sial, la religiosidad de la Comunidad de los hijos de Dios unidos a Cristo, supremo glorificador de la Trinidad. El crecimiento de la Iglesia en el conocmiento de su propio «mis­ terio» ha dado origen al resurgimiento del «laicado»: teología del laicado, espiritualidad «laical», apostolado «laical». La Iglesia, guia­ da por su Espíritu, ha comprendido con más profundidad y ampli­ tud, que el Pueblo «santo» de Dios no lo forman solamente su gru­ po de selectos, su «clero», sino que todos los que son sumergidos en Cristo por el Bautismo y luego viven de los sacramentos y de la li­ turgia, participan también de la elección y de la misión divina que desde Cristo se comunica a la Iglesia. Hacemos alusión a este crecimiento de la teología y de la espi­ ritualidad eclesial, para poder encuadrar mejor, en más amplitud de perspectivas, nuestras reflexiones teológico-kerigmáticas sobre el bautismo. 2. Doble vertien te de la vida cristiana. Como es sabido, el desarrollo de la vida cristiana está determinado por la concurrencia de dos fuerzas: lo divino, como elemento princi­ pal, activo, que tiene siempre y en absoluto la iniciativa; y lo hu­ mano, como elemento subordinado y receptivo, que necesita ser ac­ tivado siempre de nuevo por Dios. Según que se haga prevalecer o simplemente se ponga el acen-

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