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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 2 5 Santo. Por eso San Pablo, la nueva vida del hijo de Dios, del bautiza­ do, la describe como una vida según el Espíritu: El es quien nos da conciencia de nuestra filiación, el que nos comunica modales, cos­ tumbres, comportamiento, una actitud «sicológica» de característi­ cas divinas: de hijos de Dios ante el Padre “. Conviene no olvidar que el bautismo no sólo nos pone en rela­ ción con Cristo, dándonos la cualidad propia de El, que es ser Hijo. El bautizado entra en relación directa y personal con cada una de las Tres personas divinas. Al nacer por el bautismo la primera per­ sona nos acoge en el seno de su paternidad; el Hijo nos da su filia­ ción, pues nos revestimos de Cristo, de su ser. Y el Espíritu nos en­ vuelve como una atmósfera divina en la cual nos es permitido vivir desde ahora. Reproduciendo una expresión de un Santo Padre dire­ mos que en el bautismo el Espíritu Santo es la Mano del Padre que nos toma para injertarnos en el Hijo introduciéndonos así en la corriente de vida del Padre, Fuente de toda fecundidad en el cielo y en la tierra. B) D erechos y deberes del h ijo de Dios. —'Introducidos en la Fa­ milia de Dios tenemos parte en todos los derechos y deberes de la Familia divina. El derecho fundam en ta l y que resume todos los demás es el ha­ cernos herederos de la riqueza de la vida divina que disfrutan el Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre posee en plenitud originaria la vida infinita, con infinita alegría, felicidad y gozo desbordante. Pero también con infinito amor de liberalidad, infinitamente cari­ tativo y comunicativo. Movido de caridad infinita el Padre dona al Hijo su vida y ambos al Espíritu Santo. No como quien busca la fe­ licidad en otro, si no porque quiere hacer que otros disfruten también de sus espléndidas riquezas ”. El bautizado también es llamado al disfrute de esta herencia; vivir y ser feliz bajo el impulso del Es­ píritu, en Cristo para gloria del Padre. Correlativo a este derecho es el deber fundam en ta l del que ha nacido de Dios en el bautismo: reproducir en sí mismo la vida de la Familia divina, dar a su vida el mismo sentido, el mismo contenido, el mismo «espíritu» que tiene la Familia de los Tres que le han re­ cibido en su hogar. Quiere esto decir que por el bautismo hemos sido introducidos en la dinámica y actividad de la Familia del Padre, Hijo y Espíritu. Por ello la corriente de vida divina que brota del Padre 10. Rom . 6-8; Gal. 4, 4-7. 11. S an B uenaventura , In I Sent, d. 27, p. I, art. unic. q. 2, ad 3 m (Ed. critic, m inor, I, p. 372b). Ib. d. 2, art. unic., q. 2, ad lm . Ib id : p . 39a.

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