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2 4 E L SA C R AM E N TO DEL BA U TISM O 1, 3 ss.). Lo que era un secreto de amor en el corazón del Padre, pasa a ser un hecho público, un acontecimiento enmarcado en nuestro tiempo y en nuestro espacio, en la historia religiosa personal de cada bautizado. Algo semejante a lo que aconteció en el bautismo de Jesús. Jesús, en cuanto Dios, era Hijo desde la eternidad. En cuanto Hom bre era Hijo desde el instante de la encarnación. Pero ahora, en el bautismo que recibe de Juan, se proclama en forma oficial y solemne ante los hombres que este Jesús es Hijo de Dios muy amado: el Me sías Siervo de Yavé, Hijo de Dios por su obediencia al Padre hasta la muerte. La paloma y la voz del Padre proclaman la cualidad de Hijo que Jesús tiene. Un acontecimiento semejante tiene lugar cuan do un hombre es bautizado: se proclama ante la Iglesia y ante el mundo que aquel hombre es un h ijo m u y amado, en quien Dios tiene sus complacencias. Nuestra alma, ayudada por la fe puede oír esta voz. Nuestro bautismo nos «constituye» y nos «proclama» hijos de Dios. El sacramento es un signo sensible y en cuanto tal conserva el carácter de una auténtica proclamación pública y solemne del mis terio que interiormente se verifica. Jesús, inmediatamente después de su bautismo, aparece totalmente entregado a la voluntad del Pa dre, bajo el impulso del Espíritu. Toda su existencia es un «desvivirse» por el Padre, «para cumplir su obra» 5. Así logra «manifestar» ante el mundo su cualidad de Hijo de Dios. Cada hombre que es bautizado recibe la llamada del Padre, del Hi jo y del Espíritu para entrar en relaciones familiares con los Tres. El neófito responde con la fe y la promesa jurada de fidelidad a Cristo y a Dios. Su nueva calidad de hijo la ha de manifestar en la obediencia al Padre, en el Hijo bajo el impulso del Espíritu. San Juan ve al bautismo como el momento preciso en que la vida eterna se comunica a cada hombre y le hace entrar en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (I Jn. 1, 3). La vida, como en su fuente, está en el Padre. El Padre dio la vida al Hijo, el cual vino a dar la vida al mundo por medio de su Carne. Y a los que le recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios a aquellos que creen en su nombre... y son nacidos de Dios (Jn. 1, 12). El nacimiento tiene lugar por el agua y el Espíritu Santo (Jn. 3, 5. 6. 8). Cuando alguien es adoptado como hijo por una familia extraña, debe adoptar la sic.ología, el «aire de familia», el espíritu de familia. El «espíritu de familia» de la Familia divina en que somos introduci dos por el bautismo, es el Espíritu del Padre y del Hijo, el Espíritu 9. Jesús bajo la acción del Espíritu en Le. 4, 22; Le. 4, 1; Le. 4, 18; Le. 10, 21; cumpliendo en todo la voluntad el Padre, Jn . 5. 30; 4. 34; 5, 19-30.
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