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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 23 familia, del pueblo y de la raza. En la Biblia la palabra «pueblo» tie ne un sentido sacral, completamente religioso: es llamado a la exis tencia por la elección divina y se acrecienta y perpetúa por la ben dición de Dios. Cada niño que nace en la familia es testimonio de esta elección y bendición divina: un don de Dios y una señal de su predilección por el pueblo. El pueblo es una auténtica «creación» de Dios, gratuita y sobrenatural. Esta creación se verifica de continuo en la medida en que cada día la familia —el pueblo— se incrementa en nuevos miembros. Lo sustantivo es la familia (el pueblo). Cuando alguien nace no hace más que entrar en la familia; crece orgánica mente la familia. b) Al entrar el individuo en la familia se constituye, a través de ella (del pueblo) en su jeto de los derechos y deberes de que la familia es portadora. En la Biblia, donde el Pueblo es una familia sagrada de «elegidos», los derechos y deberes tienen un contenido esencial mente religioso y sacral. c) El recién nacido tiene también la misma savia vital del árbol familiar: tiene la misma sangre, y en la sangre va la vida. En nues tro vocabulario actual diríamos que el nuevo ser recibe de la familia el principio vital humano, la «naturaleza» humana; con todas las virtualidades que le son necesarias para cumplir la finalidad de la vida humana. d) El nacimiento, por parte del que nace, excluye toda coopera ción, ¡es tota lm en te gratuito. La vida es un don que se nos da, no algo que nosotros hayamos adquirido o que se nos deba de algún modo. e) El nuevo hombre que se incorpora a la familia humana, nace ajeno a toda culpa personal. Aunque no libre de las responsabilidades y cargas colectivas. 2. Nacidos en Cristo para Dios. Veamos cómo esta analogía del nacimiento natural nos ayuda a comprender mejor los misterios que encierra el bautismo, en el que el hombre «nace de nuevo». A) El bautismo nos introduce en la Familia divina .—La Escritu ra nos presenta el bautismo como el momento preciso en que Dios cumple en cada cristiano el designio eterno que sobre él tenía: lle varle a la dignidad de hijo adoptivo suyo en Cristo 8. La iniciativa de nuestra salud la toma el Padre en su eternidad, cuando «nos pre destinó en caridad a la adopción de Hijos suyos por Jesucristo» (Ef. 8. R o m . 8, 28-39. E f. 1, 3-14.
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