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10 E L C E LIB A TO Y LA B IB L IA y alcanzar la propia salvación; este tiempo, siendo corto y desem­ bocando en otra vida perpetua, debe impulsar al cristiano a no afe­ rrarse a las cosas terrenas y a mantener independencia y libertad de movimientos afectivos. Así el cristiano adquiere conciencia de una actitud nueva con relación al mundo y a sus bienes, equidistante del hedonismo pagano y de la desconfianza ebionítica. No es tampoco po­ sición estoica, el estoico rechaza las emociones; el apóstol Pablo no suprime ni la alegría ni el dolor, pero el cristiano no debe ser esclavo del mundo, de sus bienes y pasiones. De todo esto liberta mejor el estado de celibato. Y aquí viene la tercera razón para preferir el celibato al matrimonio; razón que ex­ plica y da sentido a las dos anteriormente expuestas. c) El celibato es más ven ta jo so para la dedicación a las cosas del reino del espíritu (vers. 32-34). Aunque el matrimonio es la vocación común, y que la mayoría de los cristianos debe abrazar en conciencia (1-7), San Pablo declara más favorable a la vida espiritual el estado de los célibes, que renun­ cian a la familia para consagrarse directa y exclusivamente al ser­ vicio del Señor. Los casados están unidos por lazos de carne y sangre a este mundo; los célibes, en su soledad voluntaria, poseen la verda­ dera libertad para entregarse a Dios (Mt. 6, 31; Me. 4, 19; Le. 21, 34). En el corazón de los casados hay una perpetua división; en el de los célibes, simplicidad y unidad. El célibe es santo de cuerpo y alma; separado de este mundo, al cual no pertenece, entrega su mente, su corazón y su existencia al Señor, mientras el casado vive dedicado a cosas que le pueden distraer más fácilmente del servicio divino. El gran principio que da sentido y preeminencia al celibato no es de orden natural, sino sobrenatural: el amor de Dios y del prójim o, la santificación más fácil de cuerpo y espíritu. San Pablo camina en la misma línea que Jesús. No habla de una superioridad natural del celibato. La excelencia del celibato es sobrenatural, y no existe real­ mente sino allí donde se abraza por sobreabundancia de amor de Dios y del prójimo; amor y servicio a los que el llamado cree no po­ derse librem ente entregar si restringe su libertad, aunque sea con los lazos legítimos y necesarios para el común de los hombres. Así se comprende que el matrimonio, que no es un mal, sino un don de Dios, permanece inferior en el plan sobrenatural 9. El pensamiento, pues, del Apóstol, puede resumirse en estas cuatro proposiciones: 9. E . A llo , O. P., Première Epitre aux Corinthiens (Etudes Bibliques, Pans. 1956) 163.

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