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6 E L C E L IB A T O Y LA B IB L IA «...si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse». Para completar su pensamiento, Jesús emplea una comparación muy comprensible para sus oyentes y que, en aquella época, no ex­ trañaba a nadie: los eunucos. Los rabinos los dividen en dos cate­ gorías, llamados «eunucos de nacimiento», «del cielo», «del sol», «del calor», y «eunucos de los hombres». No podía plantearse la cuestión de una tercera categoría en un país en el que todo hombre tenía la obligación de casarse. Pero esta tercera categoría la anuncia re­ volucionaria y escandalosamente Jesús: los volún tanos de la con ti­ nencia. Los eunucos, sean tales por nacimiento o por mano del hom­ bre, son célibes perpetuos; hay otros célibes perpetuos y voluntarios, sin necesidad de mutilación fisiológica, que han abrazado este estado, no para rehuir las cargas de una mujer a quien no se puede repudiar, sino por «amor del reino de los cielos»; es decir, para entregarse más de lleno, sin división en su corazón y actividad, a las cosas pertinen­ tes directamente al Reino de los cielos. La historia rabímca recuerda el nombre de R. bar Azzai (hacia el año 110), que no quiso casarse para dedicarse por entero al estu­ dio de la Ley. Fue severamente censurado. R. Eleazar Azar, le acu­ saba de quebrantar el precepto del Génesis: «Creced y multiplicaos». A lo que R. bar Azzia respondía: «¿Qué quieren que haga? Mi alma está absorbida por la Ley. ¡Que otros se ocupen del mundo!» \ El celibato que exige Cristo es de un orden, no filosófico, como el del rabino, no egoísta, como el del solterón que rehúsa la mujer para no crearse problemas y dificultades, sino más transcendente y espi­ ritual. A quien desea consagrarse exclusivamente al servicio del Reino de los cielos, Jesús invita al celibato. Pero para poder comprender y abrazar esta invitación, es necesaria una fuerza especial de Dios: «no todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado». Dios no rehúsa este favor a quien lo pide con humildad y cons­ tancia. Comenta bellamente San Jerónimo: «se da a quienes lo piden, a quienes lo desean, a quienes trabajan por adquirir o recibirlo» 5. 2. San Pablo. — En el capítulo siete de la primera epístola a los Corintios, San Pablo responde a ciertas consultas que le han pro­ puesto los habitantes de la magna urbe griega. En varias ocasiones se alude a la cuestión del matrimonio y del celibato, en cuya cuestión San Pablo toma posiciones bien concretas y definidas, que continúan ciertamente el pensamiento de Cristo anteriormente expuesto. 4. S t r a c k B il l e r b e c k , ob. clt. 807. 5. PL., 26, 135.

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