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3 4 0 CUATRO E N T R E V IS T A S , CUATRO Recuerdo una conferencia de él, dada en el Instituto Católico de París. Hablaba sobre la renovación de la pastoral litúrgica. Indicaba cómo ésta renovación había partido en gran parte de Alemania, y precisamente se había originado en los años de persecución nazi contra la Iglesia. Con una nota de humoristo, el P. Roguet afirmó: —Uno de los grandes renovadores de la liturgia moderna ha sido ¡ .. .Adolfo Hitler! Sí, porque obligando a los sacerdotes a limitar sus actividades al culto, les forzó a repensar éste y lograr que fuera apto para nutrir él sólo toda la vida de los fieles». Por este camino de la renovación litúrgica se ha avanzado con paso rápido en los últimos años. Quizá España se incorporó al mo­ vimiento renovador con un poco de retraso. Pero, ahora está cami­ nando a ritmo ligero. El ambiente está propicio y las iniciativas se suceden vertiginosamente. Uno de los principales promotores de esta renovación ha sido D. Casimiro Sánchez Alisada. Un hombre que merece agradecimiento de España entera porque, con una sensibilidad especial para todos los problemas litúrgico-pastorales, ha sabido asomarse al exterior e incorporar nuestra pastoral a las corrientes renovadoras. Sus libros son nacionalmente conocidos: «El Breviario Romano», «Pastoral de urgencia», «Cuaresma y Semana Santa», etc. Ha publicado artículos en casi todas las revistas sacerdotales españolas. Ha dirigido, desde su fundación, el Instituto de Pastoral en la Universidad de Salamanca y los cinco «Cursos», nacionales. Sus respuestas serán sin duda de interés. —Dígame, D. Casimiro: ¿cómo ha nacido su vocación para el apostolado por la liturgia? —Mi vocación al apostolado litúrgico tal vez naciera en Roma, por los años de 1933 a 1937. Hacía los estudios teológicos en la Gregoriana y teníamos contacto con la renovación litúrgica de otros países, so­ bre todo Alemania y sus célebres abadías. Las circunstancias de nues­ tro país me encendían en fervores apostólicos. Yo pensaba que la renovación de la liturgia podría jugar una buena baza en la vitali- zación de nuestro catolicismo. En Toledo, el año 1944, otro sacerdote y yo fundamos la revista «Liturgia», y la mantuvimos dos años. Luego se la pasamos a los benedictinos de Silos, porque nos era muy difícil sostenerla. Aquéllos son tiempos casi prehistóricos. Por aquellas fechas, fui proyectando algunas obras, sobre todo en relación con el breviario de los sacer

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