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3 3 6 CUATRO E N T R E V IS T A S , CUATRO —Caracterizar una situación histórica es empresa especialmente difícil. La realidad es siempre más rica que todos nuestros esquemas. Además, en cada momento del devenir histórico, en cada época, per­ sisten rasgos del pasado y se incoa el futuro. No obstante, y con estas reservas, podríamos tal vez señalar como rasgos más salientes del tiempo en que vivimos: Primero, el apogeo del h um a n is v io c ie n t ífic o y té cn ico con el dominio que entraña sobre la naturaleza física, y la gigantesca pretensión que implica de racionalizar la vida y el mundo. El mito de Fausto parece alcanzar su encamación colectiva en nuestros días. Desde la fusión del átomo, hasta la colocación en órbita de satélites artificiales, el hombre pliega, con el poder de su inteligencia, la conexión de las leyes físicas y parece vencer al es­ pacio y al tiempo. En segundo lugar, la ir r u p c ió n de las m asas com o p ro ta g o n is ta s d e l a co n te ce r h is tó ric o , que acelera el cambio, muchas veces vio­ lento, de las estructuras sociales y da paso a formas estatales gi­ gantescas y oprimentes que ponen en riesgo la órbita sagrada de dignidad y de autonomía de la persona humana. Por último, la poderosa tendencia hacia la u n iv e rs a liz a c ió n de la com u n id a d in te rn a c io n a l, con la intensificación, servida por medios mecánicos, de las relaciones entre los pueblos, el alcance de la ma­ durez, la voluntad de independencia de las razas de color y el apre­ miante proceso de institución jurídico-política en la sociedad de las naciones. —Bien. Ahora, quiere decirme, ¿cuáles de estos acontecimientos son más de temer y por qué razones? —Siento la tentación de contestarle, parafraseando el fragmento de Heráclito: «para los hombres hay cosas justas e injustas, más para los dioses todo lo que ocurre es justo». Es decir, desde nuestros re­ lativos ángulos de mira, tememos o nos esperanzamos. Pero es porque no podemos llegar al fondo de las cosas y de los providenciales de­ signios de Dios, del Dios único y verdadero que preside la Historia. Desde nuestra perspectiva de hombres cristianos de 1960, yo diría que lo que puede turbar más el ánimo es la c o n fia n z a de sm ed ida de los h om b re s en su s p ro p ia s fu e rza s, alimentada por los éxitos innega­ bles alcanzados en las ciencias físico-químicas y de las técnicas. Es decir, que el llamado por su Santidad Pío X n «espíritu técnico» su­ plante al auténtico y radical espíritu del hombre. Y también es de temer esa co lo sa l p re s ió n de las e s tru c tu ra s y de las fo rm a s p o lític a s sobre los hombres singulares y concretos que nacen, sufren, sueñan y mueren.

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