PS_NyG_1960v007n002p0335_0353

3 4 8 CUATRO E N T R E V IS T A S , CUATRO organizaciones de caridad que trabajan en la diócesis. Otro tanto cabe decir las Caritas parroquiales. Sí creo, sinceramente, que esta labor de coordinación ha de lle­ varnos con rapidez a un concepto nuevo de la caridad. Esta ha de ser más social y menos limosnera. Más eficaz y menos desperdigada. Cuando la limosna entorpece el desarrollo de la persona, con la me­ jor voluntad, colabora a una degradación permanente del hombre. Remedia el mal momentáneo, como puede hacerlo un curandero. Pero deja sin tocar las causas del mal. No quiero con esto decir que la caridad practicada en otras épocas haya sido defectuosa, sino sim­ plemente que hoy ha de evolucionar porque es distinto el contexto social. A los pobres de hoy no les gusta recibir limosna, sino ayuda que les facilite al salir definitivamente de la miseria. Mientras más energías personales seamos capaces de poner en acción, mejor empleada estará la caridad. —De acuerdo. Sobre este punto de formación de la mentalidad y organización de la caridad, ¿por qué obra siente preferencia? —Creo que necesitamos técnicos de esta caridad organizada. No basta la buena voluntad. Para ello, la obra en que estoy empeñado es la escuela de asistentes sociales. Existen ya en otras naciones. Incluso tienen las suyas propias los protestantes. Algunos Estados reconocen a los asistentes sociales como funcionarios públicos. Una escuela de asistentes sociales capacita especialmente al personal pa­ ra penetrar y darse cuenta de las familias y de los barrios para luego ayudar a los necesitados a que por sus propios medios, en cuanto les sea posible, se solucionen sus problemas. Actualmente actúan en Es­ paña 16 escuelas de asistentes sociales. Sus titulados —principalmen­ te mujeres— trabajan sobre todo como empleados de empresa. En otras naciones son miles. Permítame, Sr. Duocastella, que recoja una objeción que está en la calle. ¿No cree que con toda esta técnica se puede caer en el pro­ fesionalismo, en la burocracia, y la deshumanización de la caridad? —El riesgo existe, pero la necesidad de cambiar de métodos se impone, y por eso corremos el riesgo. En estos defectos se caerá si los que llevan las Cáritas particulares se olvidan de su misión: coordinar, impulsar, y, esto en último lugar, ejecutar la caridad. De ninguna manera se ha de suprimir el contacto directo con los po­ bres. Al contrario, ha de buscarse que el mayor número posible rea­ lice caridad directa, aunque organizada. Los que están agrupados en organismos de caridad son los que han de llevar, con la ayuda ma

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz