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S IX T O M A R IA DE PESQUERA 333 y extraño muy numeroso, bien formado en ciencia y virtud y muy experimentado y docto para las empresas apostólicas. No lo es tam­ poco en el presente. Hay zonas muy escogidas y fértiles para esta selección de almas para el servicio del Señor. Y en los puntos en que se nota escasez, esto se debe, más que a la mala calidad del terreno, a la carestía de manos para la siembra y el cultivo. El hecho de que hoy la jerarquía, el clero y los fieles, conscientes ya de esta realidad, hayan emprendido estrechamente mancomuna­ dos, extensas y bien organizadas campañas en favor del mayor nú­ mero de alumnos en Seminarios y en casas de formación de las Ordenes Religiosas con muy felices éxitos en todas partes; obligan a concebir las más halagüeñas esperanzas para un porvenir inme­ diato. No es el pesimismo el que ha de apoderarse de las personas. Cada uno en su puesto y con el empeño de todos, se aproximan días de gloria y de feliz renovamiento. Pero este aumento de clero en Hispanoamérica con el consiguiente empeño de hacerle cada día más eficaz para las exigencias del apostolado de hoy y más apto para la mayor conversión de paganos, no puede ser obra de poco tiempo. Será preciso en este ínterin la ayuda del clero de otras naciones católicas, como tan repetidamente insistía Pío XII, y de pocos años a esta parte, se va tan notable­ mente intensificando. Mas esta trilogía —problema vocacional, ayuda extranjera de clero a Hispanoamérica, y especialización y adaptación de estos sacerdo­ tes a los nuevos medios de apostolado en que han de actuar—■, son tema de extraordinaria magnitud, que reclama, por su actualidad, toda la extensión de un nuevo artículo que, con gusto, prometemos ofrecer a los doctos lectores de esta revista. Madrid, abril, 1960. Sixto María de Pesquera, O. F. M. Cap. Bravo Murillo, 150.-Madrid.

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