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2 9 6 VALORES E SPIR ITUALE S.. De la am p litu d de esta re la c ió n en tre el yo y el amb iente, surge un co n jun to de in te rp re ta c io n e s que lle g an a c o n s titu ir u n sistem a de do ctrin a , a m i pare ce r, c ien tíficam en te garan tizado . 2 .— La ley psicológica fundam en tal del yo. An te todo, el yo se nos p re sen ta como algo inextenso , s in partes, in d iv isib le , irrepe tib le , in su stitu ib le , in com u n ica b le ; a l m ismo tiempo que él, du ran te u n a v id a h um a n a media, ag rega a la p e rson a lidad fís ic a en que vive, y poco a poco v a expu lsando de e lla , cerca de 15 tone ladas de su b stan c ia s que re n u e van todo el o rgan ism o, h a s ta el m ismo encéfalo, u n núm ero no p recisado de veces. E l yo se m ue stra dotado de s en sib ilid ad y de fue rza. Con la p r i­ m e ra recibe im p resiones del am b ien te y se fo rm a rep resen taciones de éste. Con la fu e rz a él m ismo se p roye cta en el ambiente. E n esta p royección de sí en el ambiente el yo obedece a u n a ley de la que nad ie puede exim irse. P ro cu ra p e rp e tu a r y a segu ra r las causas del p lace r, y rem over y a n u la r, en fo rm a segura, los motivos de do lo r: búsqueda del goce y h u id a del do lor son las dos d ire c trice s de la vida. E l dolor es estimulo, el goce atracción . E l derecho n a tu ra l, puesto que es hum ano , es tam b ién p sico ló ­ gico. T am b ién él reconoce el derecho a l goce y a la exención del d o lo r; y así echa m ano del dolor, en la leg isla ció n p en a l concreta, como estímulo. L a ley e sp iritu a l lo reconoce tam b ién en todas la s re lig iones, p ro ­ metiendo el p rem io eterno como a tra c c ió n y la pena tem po ral y e te rn a como estímulo. E l catecismo cató lico reconoce e xp lícitam en te que el yo h a n a ­ cido p a ra gozar. (Conocer, am a r y s e rv ir a D ios en la tie rra y go ­ za rlo después en el cielo). L a d o c trin a ca tó lica enseña, además, que el dolor y la m uerte e n tra ro n en el mundo a con secuen cia del pe­ cado ; adm itiendo con ello que el goce es el fin del hombre, aún en esta v id a ; aunque este b ien quede fru strad o , en g ran pa rte , po r el pecado. E l goce, es, pues, u n a ley del e sp íritu . Este enun ciado , p re se n ­ tado en fo rm a tan esquem ática, parece que cho ca con m u ch a s ideas y p rin cip io s, no sólo relig iosos, s in o in c lu so de orden so cia l y público. No podemos menos de a d v e rtir lo comp lejo de la cuestión. Me es­ fo rza ré aqu í por p re c is a r los pun tos fu n d am en ta le s en lo co n ce r­ n ien te a la re la c ió n entre los va lo re s e sp iritu a le s y la s a lu d m e n ta l; ta l re la c ió n ap a re ce rá — ca si n a tu ra l, a l menos así lo espero— , como re su ltado del d e sa rro llo de n u e stra com un icación . P o r o tra parte , la p sico log ía del trab a jo , cuando tra ta de la evo

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