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2 7 4 C R ISTIAN ISM O Y CULTURAS HUMANAS c ris tia n a se h a aten ido firm e a la p a la b ra del Apósto l: ” Al llegar la plenitud de los tiem pos envió Dios a sic Hijo, nacido de mu jer, nacido bajo la ley” (G a l., 4, 4). Según estas p a la b ra s c ru c ia le s, el C ris t ia n ism o no es u n a m era ideología, enseñanza o doctrina. E s p rim e ra mente el Verbo h echo carne. U n hecho h istó rico que sucedió en la p le n itu d de los tiempos cuando plugo a la vo lun tad del P ad re D ios. De aqu í el repud io categó rico de la in te rp re ta c ió n ra c io n a lis ta del C ristian ism o como m e ra ideología, nacido ba jo el signo de ta l o ta l c u ltu ra . Pese a los esfuerzos de c ie rta s in ve stig a cion e s modernas con ten d en c 'a a m o strarno s un C ris tia n ism o vaciado de su m e jo r su stan c ia , de la pe rsona d iv in a del Verbo hecho ca rne , el H om b re - D ios, éste sigue siendo ” de ayer, de h o y y por los siglos” (Hebr., 13, 8). M as no im po rta solam ente re c h a z a r la s a firm a c io n e s de la fa ls a cien cia . Es nece sario a d v e rtir la s m o tivacione s del e rro r, pues en e lla s éste se rep liega y se h ace fuerte. E sta s m o tivacione s em palm an con las de los filóso fos del p laton ism o que, como d ijim o s, se e scan d a lizab an de un D ios entre pañales. D ios no h a podido descender tanto, a rg ü ía n los vie jo s filósofos. Los de nue stro s d ía s se h a n fija d o en esos pañales, es de cir, en la ve stim en ta de lo cución h um a n a con la que el Verbo de D ios quiso envo lve r su m en sa je evangélico. E s c a n dalizados por ese h um ild e ropaje , qu ie ren c o n c lu ir que el C r is t ia n is mo es p roducto exclu sivo del pobre p en sam ien to hum ano . L a condes cend en cia de D ios, la ’’synkatabasis” que tan to adm irab an los San tos Pad res, h a sido p erenne escándalo p a ra los v ie jo s y p a ra los nuevos filósofos, por no que re r p en e tra r, ayudados de la fe, en los cam inos ocultos de la P ro viden cia . E l Verbo h echo carne apareció e fectivam ente den tro de u n a c iv i liza ción , la sem ita. H ab ló u n a len g u a h um an a , el arameo. E n e lla ado ctrinó a su pueblo, p ro n u n c ió el sermón, ú n ico en la h isto ria , de la s b ien a ven tu ran za s. Mas p a ra dem ostrar la P ro v id e n c ia que este m en sa je no se lig ab a a esta c u ltu ra sem ita, sen c illa , y sin ce ra , a sa lta unos años más ta rde la ro ca fu e rte de la g ran c u ltu ra h e le n ística , im p regn ándo la de las sub lim e s verdades c ris tia n a s y valiéndose pos te rio rm en te de los fe lice s ha lla zgo s de esa m ism a cu ltu ra , p a ra le v a n ta r ese m onum en to perenne que es el pen sam ien to c ris tia n o (22). 22. La opinión corriente venía sosteniendo que el primer contacto serio entre el Cristianismo y la cultura griega tuvo lugar a través de los PP. Apologistas, singularmente de San Justino. El influjo de esta cultura en los escritores sagrados del Nuevo Testamento parecía muy exiguo. Aún el helenista San Pablo, ai parecer, presentaba su evangelio como un desafío a la «sabidura helénica». El P. Isidoro Rodríguez, La cultura griega en San Pablo, en Helmantica (1960), n. 34, pp. 19-47.
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