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GABRIEL DE SOTIELLO 2 2 5 pero no re su ltab a fá c il a c o rta rla s in m u t ila r su sentido. Según se in fie re de esta p á g in a o rtegu ian a , entre el hombre y la be stia m edia u n a diferencia sustantiva, u n a diferencia esencial; y esta d ife re n c ia consiste n ad a menos en que el hombre piensa y medita, y el an im a l se ve p rivado de poder re a liz a r n in g u n a de estas dos operaciones. R e su lta , según esto, u n tan to d ifíc il de com p render la a cu sa c ió n la n ­ zada c o n tra O rtega de que sólo adm ite en el hombre la v id a an im a l, la v id a pu ram en te sen sitiva . E l texto recogido es ta n c la ro que lo d i­ fíc il se ría en tend e rlo m al. f) La fantasía humana: E s cie rto que O rtega en a lgu n a s p a rte s asign a a la im ag in a c ió n o a la fa n ta s ía el a tribu to decisivo que separa a l hombre del bruto. «En este p rim e r hombre, que era tod a ­ v ía el ú ltim o a n im a l, cuando u n in stin to fa lla b a y el pobre ser se e n ­ co n trab a s in saber qué h a c e r en la situ a c ió n , la fa n t a s ía ap ron taba la im agen de u n a posible a cción ... E sto y poco más es la razón del hombre p rim itivo » (13). Quizá no convenga p re c ip ita rse demasiado y ju z g a r a base de u n a te rm ino log ía equívoca. C reo yo que, p a ra saber lo que entiende Ortega p o r fa n t a s ía o im ag in a c ió n lo m e jo r se rá p a rtir , no de la d e fin ic ió n que de ta le s fa cu ltad e s h a dado A ristó te le s, sino de la s fun cion e s que les a trib u y e el p rop io Ortega. S i encon tram o s que les a sign a f u n ­ ciones m eram en te sen sitiva s, situarem o s a l hom b re en la m ism a e s­ c a la que a l a n im a l, aunque h a b ría que h a c e r co n sta r la c o n tra d ic ­ ción en que se e n cu e n tra este p a sa je con otros o rtegu ianos y a e x a ­ m inado s y con los que nos quedan po r exam ina r. Pero si de scub rié ­ semos que la s fun cion e s que con fiere a la im ag in a c ió n im p lic a n un a in te lig e n c ia supe rio r, los p a sa je s en que llam a a l hom bre a n im a l im ag in a tivo , s e ría n u n a nue va c o n firm a c ió n de que O rtega reconoció u n foso in fra n q u e a b le en tre la be stia y el hombre. E l v ie jo U rrá b u ru , después de d is c u rr ir ace rca de los dos s e n ti­ dos que la im ag in a c ió n posee en A ristó te le s, te rm in a dándonos de e lla la sigu ien te d e fin ic ió n : «Est ergo p h a n ta s ia sen su s in te rio r, po - tens cognoscere sensibilia. e x te rn a e tiam in eorum absentia» (14). Y luego de de cirno s que su o ficio consiste en que, u n a vez que los sen - 13. V I, 473. Para darse cuenta del sentido en que emplea Ortega los vocablos «fantasía», «imaginación#, léase el siguiente pasaje: «L o que llamamos razón no es sino fantasía puesta en forma. ¿H ay en el mundo algo más fantástico que lo más racional? ¿Hay nada más fantástico que el punto matemático y la línea infinita y, en general, toda la matemática y toda la física? ¿H ay fantasía más fantástica que eso que llamamos «justicia» y eso que llamamos «felicidad»?, en XJria interpretación de la Historia Universal (M adrid. 1960), p. 284. 14. Urráburu, Institutiones philoscrphicae, vol. V, p. 723 (Roma, 1898).

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