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2 2 4 EL HOMBRE Y LAS COSAS resum én a ce rca de la s ú ltim a s con clu sione s de la c ie n c ia en to rno a l hombre p rim itivo . Tomo de él este p á rra fo po r e n co n tra rlo c o in ­ ciden te con lo que estim a O rtega a trib u to e sen cia l del hom bre fren te a los a n im a le s : la cap a cid ad de re fle x io n a r, de e n tra r den tro de sí, de ensim ism arse. D ice E e rg o n io u x : «Un acon te cim ien to to talm ente nuevo acaba de p rodu c irse sobre la corteza te rre s tre : está co n d ic io ­ nado po r la e n tra d a en escena de un a cto r con scien te , el c u a l no es o tro que el hombre p rim itiv o , este P rim a te pensan te, capaz de un m ecan ism o p síqu ico de « reflexión», es de cir, de rep legarse sobre sí m ismo, de co n s id e ra r a la vez el fin y los medios ap rop iados p a ra con segu irlo ... E s en esto, s in duda, en lo que consiste esencialm en te el fenómeno hum ano , hecho ú n ico en la h is to ria del p la n e ta y p u n ­ to de p a rtid a de los m ás g rande s descubrim ien tos» (11). O rtega nos describe un cu ad ro p lá stico que rep re sen tan a d ia rio los monos del J a r d ín Zoológico. E l sim io, po r su p a re cido con el h om ­ bre, nos in v ita a d e scu b rir entre él y nosotros d ife re n c ia s m ás co n ­ c re tas y más fé rtile s. S i nos detenemos u n ra to a co n tem p la r esas «diablescas bestezuelas» la s veremos constan tem en te a le rta s, a ten tas s in descanso a l contorno. L a bestia vive en perpetuo m iedo del mundo y a la vez en perpetuo apetito de la s cosas que en él hay. Son los ob­ jetos y acaecim ien tos del con to rno quienes gob iernan la v id a del an im a l, le tra en y le lle v a n como u n a m a rion e ta . «El no rige su e x is­ ten cia, no vive desde sí m ism o , i n o que está siem p re aten to a lo que p a sa fu e ra de él, a lo otro que él... Con tem p lando este destino de in q u ie tu d s in descanso, llega un m em en to en que, con u n a exp resión m u y a rg e n tin a , nos decimos «¡qué tra b a jo !» . Con la c u a l enunciam os con p le n a ingenu idad , s in da rno s fo rm a lm en te cue n ta de ello, la d i­ fe re n c ia m ás su stan tiv a en tre el hombre y el an im al» . T am b ié n el hom bre se h a lla p risio n e ro del mundo, podemos ob jetar. «Sin duda. P e ro con esta d ife re n c ia e se n c ia l: que el hombre puede, de cuando en cuando, su spende r su o cup ación d ire c ta con la s cosas, desasirse de su alrededo r, desentenderse de él, y som etiendo su fa c u lta d de atende r a u n a to rsió n ra d ic a l — in com p ren sib le zoológicamente— , vo lverse, p o r d e c irlo así de espaldas a l mundo y meterse den tro de sí, a tend e r a su p ro p ia in tim id a d o, lo que es ig u a l, ocuparse de sí m ism o y no de lo otro, de las cosas. Con p a la b ra s que, de p u ro h abe r sido usadas, como v ie ja s mone­ das, no log ran y a decirno s con v ig o r lo que p retenden , solemos lla ­ m a r a esa o p e ra ción : pen sa r, m editar» (12). L a c ita h a sido la rg a , 11. B ergonnioux , Bulletin de Littérature ecclesiastique, juillet-sept., 1959, p. 166. 12. V, 295 y 296.

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