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GABRIEL DE SOTIELLO 2 3 9 En tend ám ono s: los d ife ren te s modos de p en sa r, de sen tir, de ob rar o cu rrido s a travé s de los siglos, no se e xp lica n si el alm a h um an a no h u b ie ra poseído capacidade s p a ra todos esos cambios. E sto es ob­ vio. Pero el alm a h a seguido su stan cia lm en te idén tica . E n cambio «la vida», e l hombre como «vida» y no como re a lid a d s u s ta n c ia l f í ­ s ico -p síq u ica , h a cam b iado «su stancialm en te». «M ien tras tan to , el cuerpo y la psique del hombre, su naturaleza (e l sub rayado es de O rtega), no h a expe rim en tado camb io a lguno im po rtan te a l que que­ pa c la ram en te a t rib u ir aqu e lla s e fectiva s m utaciones. P o r el c o n tra ­ rio , sí h a acon tecido el cam b io «sustancial» de la re a lid a d «vida h u ­ m ana» que supone p a sa r el hombre de cree r que tiene que e x is tir en u n mundo compuesto sólo de vo lun tade s a rb itra ria s a c re e r que tie ­ ne que e x is tir en u n m undo donde h a y «naturaleza», con sisten cias in v a ria b le s , id en tid ad , etc. L a v id a h um a n a no es, po r tan to, u n a e n ­ tid ad que cam b ia acciden ta lm en te , sino , a l revés, en e lla la « su stan ­ cia» es p recisam en te cambio» (36). Como h a ad ve rtido ju stam en te Eug en io F ru to s, O rtega es c la ro lite ra riam e n te , pero no lo es siem p re filo só ficam en te . Tenemos u n ejem p lo p alpab le en lo que él llam a «naturaleza». Em p lea el m ismo té rm ino al menos en dos sen tidos d istin to s. Uno en sen tido tra d ic io ­ n a l, y según él el hom bre tiene u n a n a tu ra le z a p sico física . Otro cuando nos dice que el hombre no tiene m ás n a tu ra le z a que lo que él m ism o se h a hecho. E n este segundo caso h a b la del hombre como vida. A h o ra b ien , la v ida en cu an to ab e rtu ra a la s cosas, tod a vía no es n in g u n a cosa de te rm inada. P e ro u n a vez que se h a decidido por ésta o aquélla, la a cción del hombre es algo que ya queda hecho p a ra siem p re ; adquiere u n modo de ser ya fija d o y por eso llam a a lo que el hombre h a realizado , «natu raleza» , lo que tiene de n a tu ra le za . Son modos de exp re sarse equívocos, que se p re stan a que el le cto r se en ­ cuen tre deso rien tado y no sepa a qué atenerse. E l h om bre c om o p r o y e c t o Hemos v isto que el hombre es u n a n a tu ra le z a de la que fo rm an p a rte u n cuerpo, un alm a, u n ca rá cte r. Conviene re co rd a r esto, pues se o lvida a veces que O rtega h a y a d icho cosa sem ejan te. Lo que p a sa es que este hombre es lo que éste tiene de n a tu ra le z a y po r c o n s i­ gu ien te de menos fo rm alm en te hum ano . Este yo que h a venido a la 36. V I, 35. R e co n o ce que h oy se vuelve a bu scar tras d e la fu n ción , la sus­ tan cia de que em ana. «L a m etafísica es... m ed itación d e las su stancias», m , 341.

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