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2 3 6 EL HOMBRE Y LAS COSAS tra d ic io n a l concepto de ser, en tend iendo po r tra d ic io n a l lo m ismo el de la filo s fia re a lista que el de la idea lista . E n o tras p a la b ra s : con ello O rtega se compromete a e lab o ra r un nuevo concepto de ser. R e ­ cordemos aqu í lo que nos h a d icho en otro lu g a r: «La F ilo s o fía es u n a c ie rta idea de Ser. U na filo so fía que inno va , apo rta cie rta n u e ­ v a idea del Ser». C u a le sq u ie ra que sean la s d ife re n c ia s en tre la s cosas, viene a de cir Ortega, tien en todas e lla s un c a rá c te r ra d ic a l común, el c u a l co n sis­ te en que la s cosas son, tien en u n ser. Y esto s ig n ific a no sólo que existen , que las h ay , que están ah í, sino que poseen u n a e stru c tu ra o co n sisten cia f ija y dada. E s ta co n sisten c ia f ija y dada de un a vez p a ra siem p re es lo que solemos en tend e r cuando hab lam o s del ser de u n a cosa. E l m a l con siste en que, a l ocuparno s del hombre, la r a ­ zón n a t u ra lis t a bu sca tam b ién su se r en a lg u n a co n sisten cia fija , pone r a l descubierto su n a tu ra le za . Ccm o sucede que el hom bre tie ­ ne cuerpo, se extiende h a s ta él la fís ic a ; como su cue rpo es además u n o rganism o, se enca rga de e stu d ia rlo la b io log ía ; y como el hombre está dotado de a lm a o psique, que es tam b ién u n a cosa, se la pone en m anos de la p sico logía. Pero re su lta que todos los estudios n a t u ­ ra lis ta s sobre el cue rpo y el a lm a del hombre, llevado s a cabo desde D escarte s h a s ta nue stro s días, no h a n logrado a c la ra rn o s lo que so­ mos en cu an to hombres. ¿Qué h a fa llado , pues? Nada menos que esto: que todos p a rtía n , come de algo eviden te y que no h a b ía por qué someter a c ris is , de que el hom bre e ra u n a cosa, que poseía una d e te rm in ad a e sencia o na tu ra le za . Pero «la v id a h um an a , po r lo v is ­ to, no es u n a cosa, no tiene u n a n a tu ra le z a y, en con secuencia, es p reciso resolverse a p e n s a rla con catego rías, conceptos rad ica lm en te d iátin tos de los que nos a c la ra n los fenómenos de la m ateria» (32). Y no h a n sido solamente la s c ien c ia s n a tu ra le s las que h a n f r a ­ casado al e n fre n ta rse con el hom b re ; lo p rop io les h a acon tecido a las llam ad a s c ie n c ia s del e sp íritu . Este concepto de e sp íritu p re te n ­ d ía oponerse al de n a tu ra le z a ; pero se h a m ostrado igua lm en te i n ­ su ficien te . L a razón es que, al p re tend e r s u s titu ir los a tribu to s de la n a tu ra le z a po r los de la cogitatio, la con cien cia , el pen sarse a s í m ismo, re c a ía n inconscien tem en te en el m ismo e rro r n a t u ra lis t a de con ceb ir la n a tu ra le z a como res, como cosa. «El e sp íritu , s i algo en el mundo lo es, es id e n tid ad y, po r tanto , res, cosa, todo lo su til, eté­ rea que se qu ie ra. E l e sp íritu tiene u n a co n sisten cia e stá tic a : es ya 32. V I, 25 y las anteriores. Cuando Ortega habla de «cosa» y dice que es algo quieto y estático, no hay que entender estos calificativos en sentido material, como si la «cosa» no adm itiera cambios. Se trata de una «quietud» sustancial. E l animal mismo es «cosa», porque es ya. sustancialmente, lo que va a ser.

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