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GABRIEL DE SOTIELLO 3 2 1 que d ije ra n que el hombre es a n im a l ra c io n a l, nos exponemos a d a r p a lo s de ciego. L a d e fin ic ió n p retende da rno s un concepto d istin to y m ás o m e ­ nos completo del objeto de que se tra ta . E n tre todas las de fin icion e s, la m ás p e rfe c ta es la que los escolásticos llam a n e sen cia l m e ta físic a y que consiste en da rno s del objeto e l género p ró x im o y la d ife re n c ia e specífica. T a l es la d e fin ic ió n de hombre cuando decimos de él que es a n im a l ra c io n a l. Véase cómo expone lo de «racional», que es el p u n to que a h o ra nos in te re sa , el P. R am íre z : «No es la razón n i el pen sam ien to m ism o a c tu a l lo que e n tra en la d e fin ic ió n del hombre cuando se dice que es u n a n im a l ra c io n a l, sino la ra c io n a lid ad . Y ésta, no e n cu an to puede s ig n ific a r u n m ero h áb ito o h a b ilid a d de ra zo n a r, n i tampoco u n a p o te n c ia o fa c u lta d razonado ra, sino su ra íz p rim e ra , que es la m ism a e sen cia del a lm a h um an a , en cuan to que a la vez es a lm a y e s p ír it u : pues de ta l m a n e ra a n im a o v iv ific a a l cue rpo po r s í m ism a, que no queda a p ris io n a d a en él, s in o que su p e ra sus capacidade s, y con se rva su ser aunque se separe del c u e r­ po p o r la muerte» (25). Dejem os de lado s i O rtega en tend ió o no e sta d e fin ic ió n . Su d is ­ c re p an c ia con los escolásticos h a y que ir a b u sc a rla en o tra p arte . A lo que d ire ctam en te se opone O rtega no es a la ve rdad de esa d e fi­ n ic ió n , sino a su su fic ie n c ia . A su modo de ver, esa d e fin ic ió n , aun siendo ve rdade ra , no cumple los requ isito s de u n a a u té n tica d e fin i­ ción. A q u í es donde h a y que « ca rg a r la con sideración» . Ortega, en efecto, concede que e l hom b re posee razón , que ta l d e fin ic ió n es v á ­ lid a ; a u n a l d e c ir que está m u y p ró x im a a se r fa lsa , reconoce que no lo es. ¿Dónde está la d e fic ie n c ia ? H a y que vo lve r a lo que v a ria s ve ­ ces he h echo n o ta r: que O rtega se s itú a en u n p la n o fenomenológico y le in te re sa en la d e fin ic ió n que p o stu la de l hombre, no la ra íz p r i­ m e ra de donde b ro ta la fa c u lta d de ra zo n a r, que es lo que in teresó a los escolásticos, sino algo que el hom bre e je rc ite siem p re y en su p le n itu d . «No se puede d e fin ir a l hombre, dice, p o r la s dotes o m e ­ dios con que cuen ta, y a que no está d ich o que esas dotes, esos medios log ren lo que sus nombres p re te n d e n ; p o r tan to , que sean adecuados a la pavo ro sa fa e n a en que, q u ie ra o no, está» (26). O sea, que O rte - 25. R amírez , La filosofía de Ortega (M adrid, 1958), p. 227. 26. Esta aspiración a una plenitud nunca lograda, esta infinitud insatisfecha, es otro de los rasgos que diferencian al hombre del animal. « U n animal suele lograr lo que pretende porque sólo pretende cosas naturales. E l hombre, en cambio, ¿qué pretende? Pues se propone, por ejemplo, ser sabio’, ser justo. ¡Menudas fantasías! ¿Cómo va a lograr plenamente esos proyectos extranaturales? ¡ Gracias con que consiga realizarlos en una m ínima p a rte !», en, Meditación del pueblo joven (Buenos Aires, 1958), p. 125.

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