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2 2 8 EL HOMBRE Y LAS COSAS eviden tes, son p robada s ; pero son todo eso porque no d e ja n de ser meras ideas n ue stra s y no nos son n u n c a la re a lid a d m ism a, como nos es aquello en que creemos. De aqu í que la teo ría, la s ideas, aún la s más firm e s y demostradas, posean en n u e stra v id a u n ca rá c te r espectral, irre a l, im ag in a rio , no ú ltim am en te serio. D igo esto porque no som os n u n c a n u e stra s ideas,, no la s con fund im o s con nosotros, sino que m e ram en te las pensamos, y todo p en sa r no es, h a b lan d o en concreción , sino fan ta sía » (18). E sta fra se ú ltim a no tiene, como se ve, n i la más rem ota a lu sión a n in g u n a clase de sensualism o . Aun más, en tre las fun cion e s que a tribu y e al hombre, además de p e rc i­ b ir, están las de com parar, ab strae r, ju zg a r, g en e ra liza r, in fe rir. «Sin e lla s el hombre no po d ría cum p lir esa o cupación que llam o p en sa ­ miento» (19). No se ría n ada d ifíc il extenderse en este ap a rtado h a s ta la sa c ie ­ dad. Pero creo que b a stan los a n á lis is llevados a cabo p a ra poder c o n c lu ir que O rtega establece en tre el hom b re y el a n im a l u n a d i­ fe re n c ia c u a lita tiv a , in fran q u e ab le y que la s fu n c io n e s que a tribuye a l hombre como e sp e cífica s de él suponen u n a lm a e sp iritu a l, sub ­ sisten te ; aunque no apa re zca en la s obras del filó so fo e xp re sa u n a ta l a firm a c ió n . R ep ito lo que d ije a n te rio rm en te : en este pun to a p a ­ rece incompleto , pero no erróneo. A ú n m á s: a la lu z de los textos aducidos, el o rigen a n im a l del hombre h a b rá que en tend e rlo e x c lu ­ sivam ente en su d im en sión som ática, cosa que no se h a demostrado que sea fa lsa . H a sta cuando h a b la del hombre p rim itiv o , n u n c a lo id e n tific a con la bestia. S iempre d e ja ab ie rta u n a b re ch a con un «casi» o con un adverb io lim ita tivo . Y en cu an to a l modo de re so lve r sus p rob lem as v ita le s más peren to rio s, es m uy posible que el hombre p rim itivo no dispusiese de medios m ucho más de sarro llado s que los u tilizado s po r los an im ales. Pero es éste un pun to que to ca re so lve r a los que se o cupan de la p reh isto ria . T res planos : vitalidad , alma , espíritu E n la p rim e ra p a rte de nue stro estudio hemos situado al hombre, tom ando como pun to de re fe re n c ia a l a n im a l y hemos v is to cómo coloca a aquél en un n iv e l e sen cia lm en te su p e rio r al de éste, dotado de fun cione s que sob repasan la s fue rza de la m a te ria y que po stu ­ la ibid* 353. 19. V, 122. Con todo, poique la abstracción deja a lo sensible en sensible, no juzga que sea ése buen camino para distinguir al hombre del animal. C fr. La Mea de principio..., p. 175. Ortega prefiere la capacidad de reflexionar.

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