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1 7 6 SAN LORENZO DE B R IN D IS, ESPAÑA.. embargo, como añade el P. Ajofrín, no puede citarse ninguno en con­ creto (119). El día 9 de agosto, ya medio anochecido, varias religiosas de la Anunciada pudieron observar en el cielo un globo resplandeciente, en forma de granada, que se abría con intermitencia, dirigiendo sus rayos precisamente al lugar mismo donde después sería enterrado el cuerpo del santo (120). Todavía no se sabía absolutamente nada en el mencionado convento de lo sucedido en Lisboa y de cuanto al siguiente día iba a tener lugar. En la tarde del 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo, varios vecinos de Villafranca, que se encontraban al lado del humilladero del Cris­ to que estaba en el camino por donde se iba del pueblo de Vilela a la Anunciada (121), vieron llegar una litera con la que venían dos sol­ dados. Uno de ellos se adelantó un poco y, al ser interrogado por el canónigo D. Pedro Mourín sobre quién era y qué venía en la litera, respondió que era soldado del marqués de Villafranca y que venia de Lisboa. Después de otras preguntas, entregó al canónigo una car­ ta para él del criado del marqués, Juan Adán, en la que le decía: «Ahí va el cuerpo del santo Fr. Lorenzo de Brindis, que murió en casa de Su Excia. con muy gran opinión de santo»... Acompañados del canónigo se dirigieron con la litera al convento de la Anuncia­ da (122), llegando entre siete y ocho de la tarde (123). Allí entregaron la carta que el marqués de Villafranca les había dado para su hija Sor María de la Trinidad, cuyo contenido exacto no conocemos. Según las declaraciones de esta religiosa, le decía en ella lo que había sido aquel hombre, cuyo cuerpo le enviaba como precioso tesoro, llamado P. Fr. Lorenzo de Brindis: que había sido religioso Capuchino y General de su Orden, etc.: la estimación que a él le merecía por los milagros obrados «encomendándole mucho la veneración cómo se había de tratar su cuerpo» (124). Según es frecuente en estos casos, las declaraciones de los testi­ gos no están totalmente acordes respecto a lo que luego sucedió. ( 119 ) A jo fr ín , 534 . ( 120 ) L . M . N uñez, ¿ 39 , 341 . 342 . T an to este prodigio del globo como asim ism o la rep en tin a curación de la A badesa de la A n u nciada, de que lu :g o se habla, fu eron com unicados a F r. Ju a n M aría de M on teforte, com pañero del San to , cuando hizo su v isita a V illa fra n c a pocos días d esp ués; él es quien lo testificó m ás tard e (C ír. M s. 3554 de la B . N „ p. 182 ). ( 121 ) E ste h um illadero o erm ita y a no e x iste ; estab a poco an tes de llegar a V illafra n c a, viniendo desde la estación, donde se sep aran los cam inos, uno de los cu ales lleva a la A n u nciada. ( 122 ) L . M . N uñez, 331 ; A jo f r ín , 536 . ( 123 ) L . M .’ N uñez, 341 . ( 124 ) Ibid., 334 , 343 .

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