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1 7 2 SAN LORENZO DE B R IN D IS, ESPAÑA.. y que otros historiadores nos han ofrecido extensamente (101), pero hemos hecho hincapié en lo anotado para lo que luego queremos exponer. Es un hecho cierto que D. Pedro de Toledo mandó embalsamar luego el cadáver de su íntimo y admirado amigo el santo capuchino de Brindis. Para eso hizo llamar a un cirujano de la Galera Real que estaba anclada en la bahía de Lisboa y de la que era capitán Ortiz de Salazar. Alguien añade que lo hizo para comprobar si su muerte había sido causa por envenenamiento de los emisarios o amigos del de Osuna. Por otra parte, Fr. Juan María de Monteforte, el hermano legó que le asistió en aquella enfermedad, quiere indicar que había sospechas de que el de Brindis hubiese sido envenenado. Parece ser también que, para comprobar eso mismo, fueron enviados los médicos del rey (102). Pero puede preguntarse: ¿había algún fundamento para tales sospechas? Como ya hemos inculcado antes, la enfermedad de disen­ teria con todas las circunstancias que en ella concurrieron: lo pro­ longado de la misma, el verano, el intenso calor, la edad del pacien­ te, fue a la verdad más que suficiente, humanamente hablando, para causarle la muerte. Pero además, ¿qué iban a preocuparse los emi­ sarios de Osuna de hacer se le envenenase, cuando, enterados de su grave enfermedad, ellos podían trabajar a mansalva, valiéndose de mil poderosas influencias para ganarle la partida, sabiendo que él desde su cama poco o nada podía hacer? Por eso, si alguna sospecha hubo de tal envenenamiento, debió originarse, a nuestro juicio, como otras muchas patrañas o embustes carentes de todo fundamento: comienza con un quizás... puede ser qu e ..., que pasa luego a un se d ic e ..., sigue adelante con un parece se r ..., y termina, al fin, con una rotunda afirmación. No olvidemos a este propósito que justamente hacía poco más de un año, a mediados de 1618, había tenido también lugar uno de esos fenómenos e invenciones falsas, y además en Italia, en que fueron envueltos tres personajes españoles: D. Alfonso de la Cueva, mar­ qués de Bedmar y embajador español en Venecia, el mismo marqués de Villafranca, D. Pedro de Toledo, siendo aun gobernador de Milán, y el duque de Osuna, que lo era de Nápoles. Los tres fueron acusa- ( 101 ) F ra n c isc o L. de F a ria , O. F . M, Cap., A morte de S. Lourenqo de Brindes e as homenagens que Lisboa Ihe prestou, en Collectanea Franciscana 29 ( 1959 ), 332 - 361 . ( 102 ) Ibid., 343 , 347 , 348 .

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