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1 3 6 SAN LORENZO DE B R IN D IS, ESPAÑA.. go de embajador ante el emperador por D. Baltasar de Zúñiga. Tam­ bién éste supo darse cuenta muy pronto de la personalidad del de Brindis; de él escribe al rey el 11 de octubre de 1608: «Comisario ge­ neral de los Capuchinos en estas provincias es vasallo de V. M. en el reino de Ñapóles; es religioso tenido en gran veneración de los católicos de Alemania, así por su santa vida como por su excelente doctrina». Añadía que tenía el pensamiento y deseo de que se tras­ ladase el convento de Capuchinas del sitio donde se hallaba que re­ sultaba insano, a la casa donde él nació, dándole el nombre de «Ma­ dre de Dios», para lo cual ya el duque de Baviera le había dado una importante limosna, esperando que el rey le favorecería en este asunto (7). Zúñiga que formó pronto de San Lorenzo un elevadísimo concepto, por ser «persona de mucha santidad y doctrina y de gran crédito con los católicos de aquellas partes», no se cansará de repetir esas mis­ mas expresiones en numerosas cartas dirigidas al rey, especialmente cuando, después de elegirle él para que fuese a enterar a Felipe III de lo que pasaba en Alemania, como luego diremos, añadía en su car­ ta de recomendación: «Y también me ha parecido que un religioso y vasallo de V. M. negociará con menos pesadumbre que algún minis­ tro del duque de Baviera, que quizá le enviara no yendo este Pa­ dre» (8). Así fueron preparando a San Lorenzo un ambiente propicio ante el Rey Católico y sus ministros, para cuando poco después llegara a Madrid a pedir su ayuda para la formación y sostenimiento de la Liga católica. Por lo demás, San Lorenzo conservó siempre para Felipe III sumo agradecimiento, pues, gracias a su recomendación y limosnas, pudo llevar a cabo la construcción del tan deseado convento de Capuchi­ nas en su casa natal, dedicado efectivamente a la Santísima Virgen con el nombre de Santa María de los Angeles. A todo lo expuesto hemos de añadir que San Lorenzo, después de venir a nuestra patria por tercera vez, muere en Lisboa y justamen­ te en un momento histórico en que Portugal pertenece a España; más aún, cuando Felipe III, cediendo a las repetidas instancias de los portugueses, hace un viaje especial a Lisboa para en cierto modo to­ mar posesión de aquellas tierras y al mismo tiempo para que las Cor­ tes de allí proclamasen y reconociesen por su sucesor en la corona a su hijo Felipe. Escuchó entonces aquellas palabras que le dirigió uno r .. , «■/- ,■ j ____" * —:• -- . jjf ( 7 ) C a rta de B a lta sa r de Z ú ñ ig a (P raga, 11 octubre 1608 ) ( Ibid ., fol. 105 ). (8) C a rta del m ismo (P raga, 20 ju n io 1069 ) (A G S . E sta d o , Leg., 2495 , fol. 8).

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