PS_NyG_1960v007n001p0133_0195

BUENAVENTURA DE CARROCERA 171 cumplir 60 años, muy trabajado por otra parte, muy enfermo y que en manera alguna cuidaba su salud, contentándose, como dice uno de los testigos presenciales, el capellán, de D. Pedro de Toledo, Lic. An­ tonio Núñez de Quiroga, solamente con hierbas, que comía aún es­ tando a la mesa del marqués con sus compañeros (99). A eso debe añadirse el intenso calor que hacía, siendo ya plena canícula de ve­ rano, y al parecer, mucho más en aquel año; hasta el punto de que el capitán de la Galera Real, Ort z de Salazar, llega a afirmar que, caminando en esa ocasión por las calles de Lisboa, más de una vez le sucedió quemársele las suelas de los zapatos. A todo ese conjunto de cosas hemos de añadir también los sufri­ mientos morales, viendo por una parte que, dada su enfermedad, no podía entrevistarse con el rey y defender a sus patrocinados, y por otra, estando enterado con toda seguridad de lo que trabajaban y se movían los de Osuna, valiéndose de la influencia del actual privado del rey, el duque de Uceda, quien procuraba además divertir el áni­ mo del rey con aquellas fiestas que se sucedían ininterrumpidamente, para que no pensase en cosas serias (100). Su enfermedad de disentería, la continua fiebre, el intenso calor fueron desgastando notablemente su organismo, deshidratándolo, hasta el punto de que, teniendo en cuenta que todo ello se prolongó por espacio de 29 días, era humanamente imposible, sin casi un mi­ lagro, que aquella naturaleza pudiera resistirlo. Es verdad que el marqués de Villafranca en cuya casa se hospedaba y en la que mo­ riría, le proporcionó todos los remedios recetados por los médicos; también es cierto que el mismo Felipe III le envió sus médicos par­ ticulares, pero aún así el cuerpo se rindió casi necesariamente a los golpes de aquella fuerte y persistente enfermedad. San Lorenzo murió al cumplir exactamente los 60 años, a las seis de la tarde del 22 de julio de 1619, festividad de Santa María Mag­ dalena. Rodeando su lecho de muerte se encontraban varias personas, entre ellas los que componían la casa del marqués de Villafranca, los dos Capuchinos compañeros del Santo, mas dos Franciscanos que le habían administrado la Extrema Unción y que a su lado siguieron hasta que exhaló su postrer suspiro. No queremos bajar a más pormenores que no hacen a nuestro caso ( 99 ) L . M .' Nuñez, 324 . ( 100 ) A si lo te stific a el cro n ista de la P ro vin cia de C astilla, P. Ju a n de M on­ zón en su Erario divino de la Provincia de Frailes Menores en la Provincia de Castilla, M s„ p. 311 (A rchivo Prov. de los C ap uchinos de C astilla).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz