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BUENAVENTURA DE CARROCERA 1 5 3 mes, dejando hacer lo que más convenga, añadiendo que podía ofre­ cer se enviaría lo que se pudiese (57). Y es que también el Consejo de Estado comenzó a ceder desde que se percató que el Papa contribuía igualmente al socorro de la liga. Esto explica que su intransigencia anterior se dirigía sobre todo a lograr del Sumo Pontífice esa ayuda económica, según propia con­ fesión del Consejo en la reunión del 12 de enero de 1610: «Acerca de las ayudas que V. M. debe de hacer para la liga defensiva fue por obligar al Papa a que se extendiese más, y así será bien esperar a ver lo que S. S. hace, para declarar a D. Baltasar precisamente lo que V. M. hace» (58). En la citada instrucción del rey a Zúñiga, del 5 de noviembre, se le comunicaban los capítulos o proposiciones para la liga; pero Zúñiga se debió ver entre la espada y la pared al encontrarse con noticias y cartas algo contradictorias, o sea, entre lo que a él se le comunicaba y lo que el P. Brindis afirmaba se le había dicho en España y que él había escrito al duque de Baviera. Por eso mismo dirige al rey una carta el 27 de marzo, perplejo ante lo que debe ofrecer a la liga en nombre de su soberano. Expone que el Papa había despachado a los embajadores de los Electores eclesiásticos: que también había dado orden al Nuncio en Praga para que indicase a los de la liga lo que él ofrecía para su socorro; pregunta, pues, al rey le indique a su vez la cantidad con que piensa concurrir, mani­ festando que el P. Brindis había dado grandes esperanzas de que fuesen dos regimientos de infantería y uno de caballería, pero objeta que eso suponía más que doblado los 30.000 ducados que había pro­ metido al mes (59). Con los mencionados embajadores del duque de Baviera y de los Electores también San Lorenzo debió dejar la Ciudad Eterna, des­ pués de haber logrado que el Papa se decidiese y prometiese dicho socorro. No iba del todo satisfecho por lo que a España se refería; sin embargo, poco a poco las cosas se fueron arreglando y al final San Lorenzo consiguió, tanto del Papa como de Felipe III, lo que había pretendido: que se formase definitivamente la liga y fuese ayudada y socorrida económicamente por ambos, como ya hemos visto e in­ dicaremos luego mejor. Otras de las condiciones puestas por Felipe III fue que entrasen en la mencionada liga todos o casi todos los príncipes de la casa de ( 57 ) Consejo de Estado, 18 de m arzo de 1610 (A G S . Estado, Leg. 708 , fol. 121 ). ( 58 ) Consejo de Estad o , 12 de enero de 1610 . I'oid., fols. 129 - 130 . ( 59 ) C a rta de Z ú ñ iga al rey, 27 m arzo 1610 (A G S . Estado, Leg. 2496 ).

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