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1 4 2 SAN LORENZO DE B R IN D IS, ESPAÑA. Embajador ante Felipe III. Su segunda venida a España. Mucho se ha publicado ya sobre esto. Quizás los historiadores no hayan dado al hecho la importancia que se merece y, sobre todo, y principalmente, no se han parado a resaltar el papel importan­ tísimo que San Lorenzo tuvo en la formación de la Liga católica en contra y frente a la Unión evangélica de los protestantes. Es un tema por demás interesante, sobre el cual pensamos volver extensamente en otro estudio, para dar a conocer con documentos oficiales y fehacientes lo que el catolicismo debió entonces, bajo este aspecto, al de Brindis. No podemos sin embargo silenciar en ma­ nera alguna ni el hecho ni su transcendencia precisamente por tra­ tarse de eso, de San Lorenzo y de España. En un opúsculo que el Santo escribió por obediencia, nos refiere muy a la ligera y por encima cuanto él hizo y trabajó en pro de la formación de la mencionada Liga católica. «En el año 1609 —expone el Santo— moviendo algunos príncipes protestantes, el elector de Brandeburg y el palatino de Neuburg las armas para la empresa de Giuliers y de Cleves, con el apoyo de los holandeses y de otros protestantes coaligados entre sí, pensaron a su vez varios príncipes católicos de Alemania unirse también y estar preparados para la defensa, a fin de no ser sorprendidos de improviso; y, para hacerse más fuertes, quisieron buscar la ayuda y favor particularmente del rey de España, pareciendo a éstos que para ello era muy a propósito Fr. Lorenzo de Brindis. Y así, conse­ guido el permiso del Papa, fue enviado Fr. Lorenzo de modo especial por el duque de Baviera, jefe de la Liga católica, con cartas de otros principes coaligados, para tratar con aquélla Majestad (del rey de España) este importantísimo negocio en beneficio común de los ca­ tólicos. Viajó de Praga a Madrid en España, trató durante algunas semanas con el Rey Católico este asunto particular y lo concluyó felizmente con la gracia de Dios, retornando antes que los protes­ tantes sobredichos hubiesen concluido la empresa de Giuliers; de tal modo que con la ayuda de España pudo la Liga católica armarse para oponerse a los ejércitos enemigos. «Y verdaderamente —añade— fue obra de Dios, pues de otra manera, volviendo los herejes victoriosos y triunfantes de aquélla empresa, hubiesen ocasionado gravísimos daños a los católicos en diversas provincias. Mas, al ver la Liga católica, se contuvieron, en­ viando luego una embajada al duque de Baviera pidiendo la depo­ sición de las armas y la paz, como así se hizo» (23). (2 3 ) L a u r e n t i u s a B r u n d i s i o , Op. omnia, X - 2 , p . 3 81 .

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