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PELAYO DE ZAMAYON 1 2 3 tre los Padres y Doctores de la Iglesia. En aquel siglo, en cambio, llegó a conseguirla sobre todos los filósofos de todos los tiempos, gra cias a la labor de Sto. Tomás de Aquino y de su escuela, además de otras causas. En el siglo xvi y comienzos del xvn, Aristóteles había llegado a ser para muchos un verdadero m ito. Y porque no se crea exagerada esta aserción mía recordaré tres episodios de aquella época: Cremon in i, aristotélico no escolástico, se negó a mirar por el te lescopio de Galileo, para no verse constreñido por la evidencia inne gable a confesar que Aristóteles se había equivocado en Física con su geocentrismo y sus teorías acerca del movimiento de los astros, etc. Otro filósofo, Fortun io L iceto, profesor en la Universidad de Bo lonia, dedicó a S. S. el Papa Inocencio X un libro que llevaba el sig nificativo título De Pietate Aristotelis erga Deum e t H om in es; en el cual, a vuelta de eruditas sutilezas, trata de hacer ver que Aristóte les era religiosísimo y que probablemente se salvó; algo así como un santo pagano o poco menos. Esto acaecía en 1645. Pero ya mucho an tes Dante en su Divina Comedia, había proclamado al Estagirita co mo «II maestro di color che sanno» (30). Es decir, no sólo el Sabio por antonomasia, sino el maestro por antonomasia de los sabios. Y tan alto había subido la merejada de admiración por el Filósofo, que en la portada de la catedral de Char- tres pudo la estatua de éste gentil figurar entre las de los santos, sin escándalo, como prototipo de la Filosofía o de todo el saber hu mano. ¿Y en España? También entre nosotros esa admiración había lle gado a extremos casi inconcebibles. He aquí una prueba: Enseñaba en la Universidad de Salamanca, regentando la cátedra de Retórica, el insigne humanista extremeño Francisco Sánchez, denominado el Brócense por su lugar de origen, autor de la M inerva. Fue denuncia do a la Inquisición dos .veces. Los procesos han sido recientemente publicados (31). El caso ocurría pos los años 1584. De varios pasajes se echa de ver que durante una de sus lecciones, dijo que Aristóteles no sabía lo que se decía (en cuanto a la definición de la Retórica). Eso bastó para que ciertos teólogos lo acusasen de hereje, porque «re probar a Aristótiles es dezir mal de nuestra fee» (32). Esto en nues- ( 30 ) Inferno, IV , 45 . (31) A. T ovar y M. de la P inta L lórente , O. S. A., Procesos inquisitoriales contra Francisco Sánchez de las Brozas. E d ición y estudio prelim in ar. Consejo Su p erio r de In vestig acio n es C ien tíficas, In stitu to Antonio de N eb rija, M adrid, 1941. ( 32 ) Op. cit., p. 49 , el B ro n cen se m ism o d eclara lo que s ig u e : «D ixo que siendo bibo M ancio, poco an tes que m uriese, estando este con fesan te leyendo rretó rica en su gen eral y com enzaba el arte de rretórica, dixo que A ris-
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