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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 97 vó el que Dios reorganizase desde los cim ientos el plan antiguo de salvación : con motivo del pecado Dios decretó poner a Cristo como redentor del género humano. En esta concepción, como se ve, el pun ­ to de partida de la actual economía de salvación es el pecado. Todo lo anterior quedó hundido. A partir del pecado, ante la realidad in ­ fin itam en te trágica del pecado, Dios organiza su plan de salvación en forma «nueva». Principalmente decretando la encarnación de Cristo con todas sus consecuencias. ( Los grandes inconvenientes de esta teoría son estos: en primer lugar rompe la unidad — continuidad del plan divino de salvación, que comienza con la creación-elevación — caída— restauración. Las Fuentes de la revelación desconocen totalmente aquella duplicidad de planes divinos de que nos hablan los tom istas. Igualm ente, tiene todavía la gran desventaja, ya señalada vivamente por Duns Escoto, de que presenta a Cristo como un bien «ocasionado» por el pecado. Lo cual está contra la absoluta primacía de Cristo afirm ada term i­ nantem ente en la Sagrada Escritura. Igualmente contra un principio teológico claramente afirmado por Santo Tomás, que el amor de Dios es creador de las cósas y «ordenad ísim o»; y por tanto ama más y «primero» a Cristo, por ser la más perfecta creatura. Y todo lo demás por El. La doctrina escotista sobre las relaciones entre Cristo y el pecado, está dom inada por el princ pió del primado absoluto de Cristo. Por consiguiente, Cristo-« no pudo nunca ser predestinado con motivo del pecado, sino siempre antes e independientemente del pecado de Adán o de los ángeles. Sin embargo, en Escoto m ismo y algunos de los es- cotistas clásicos, las relaciones de Cristo con el pecado no llegaron a adquirir la suficiente claridad. En efecto, por una parte la «perm i­ sión» del pecado original y de cualquier otro pecado, no está directa­ mente referida de Cristo. Si Dios lo permite, por honor de Cristo o sin referencia a El, no se nos dice; aunque de la afirmación del pri­ mado absoluto «podría» legítimamente deducirse. Además, el «m iste­ rio del pecado» parece que entra furtivamente y con carácter m e ra ­ mente episódico. Ello está un poco lejos de la hondura y necesidad trágica con que el «misterio de iniquidad» se nos presenta en las Fuentes de la revelación. Se correría incluso del peligro de baga teli- zar o interpretar demasiado superficialmente el «misterio» del p e­ cado. B. Solución cristocéntrica al misterio del pecado, según San Lo­ renzo— San Lorenzo está dentro de la línea escotista en cuanto al problema de la predestinación «absoluta» de Cristo; en el hecho de admitir una única y continuada economía de salvación presidida por Jesús desde el principio hasta el fin : desde la predestinación hasta

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