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A L E JA N D R O DE V X LLA LM O N TE 91 B) Jesús, ’Corazón de Dios”. — La idea de que Jesús sea el «com ­ pendio» o síntesis de la Divinidad encuentra una fórmula profunda y bellísima en San Lorenzo. L lama a Jesús ’cor D e i Jesús es el co­ razón de la Trinidad beatísima vuelto hacia el mundo. Expliquemos un poco esta fórmula. San Lorenzo parte de concepción evangélica y franciscana de que Dios es Caridad, Amor liberal y comunicativo. Si el Amor infinito mira hacia su propia intim idad entonces se constituye — a través de las procesiones— en Padre, H ijo y Espíritu Santo. Los Tres fo r­ man un solo Amor, una sola Vida, un solo Corazón. Pero si el Amor del Padre-H ijo -E sp íritu Santo se vuelve desde la eternidad hacia la creatura, buscando en ellas a quién comunicar sú Bondad, entonces el Corazón de Dios adquiere otro nombre y otra realidad: Jesús. Jesús es, por consiguiente, según el pensamiento de San Lorenzo, el Corazón de Dios vuelto hacia la creación entera para darle ser, vida, consistencia, sentido y finalidad. En efecto, el corazón es la síntesis de la vida, sobre todo de la vida superior del hombre. Por eso decir que Jesús es el «corazón de D ios», quiere decir que El es la síntesis de toda la vida divina en cuanto ella dice re­ ferencia a nosotros. La vida de D :os en cuanto se refiere a nosotros es su conocim iento y su amor hacia lo creado. Jesús es, pues, la sín ­ tesis de todo lo que Dios piensa sobre los seres creados: El pen sa­ m iento entero y el amor todo de la Trinidad cuando se vuelven hacia el mundo están en Jesús: es Jesús mismo que, como un corazón sintetiza toda la vida, así El sintetiza la vida (pensam iento y amor) del Dios Trino cuando se vuelve hacia el mundo. Dice San Lorenzo: «Leemos en la S. Escritura (2 Par. 7, 16), que quiso dejar reposar su corazón en el templo de Salomón. Cristo es el corazón de Dios. Porque unas veces el corazón expresa la sabiduría (Os. 4, 11; 1, 11) y la inteligencia. Y bajo este aspecto Cristo se nos ofrece como virtud y sabiduría de Dios, ya que en El están todos los tesoros de la sa ­ biduría y ciencia (Col. 2, 3). Otras veces el corazón simboliza y sin ­ tetiza la vida entera de amor (Prov. 23, 26; M t. 6, 21). Y Cristo es el amadísimo H ijo de D ios; el H ijo muy querido en quien el Padre se complace totalmen te (133). Por los textos de la Escritura que se citan y por todo el contexto, (133) «De tempio Salomonis legimus quod reposuit in eo Deus cor suum (2 Par. 7, 16). Christus autem est cor Dei; nam per cor aliquando sapientia de- signatur (lob. 34, 2, 10; Os. 4, 11; 7, 11). Christus autem Dei virtus et sapientia est: In quo sunt imnes thesauri..., Col. 2, 3. Quod si cor amorem singificat. Prov. 23, 26; Mt. 6, 21. Christus dilectissimus est Filius Dei (Col. 1, 13; M t. 17. 5)». Quadragesimale I, Op. omnia IV , pp. 307-S08.

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