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74 T E M A S F U N D A M E N T A L E S E N L A T E O L O G IA . ni la grandeza de la Contrarreforma católica, diciendo que fuese ex­ clusivamente una lucha en torno al concepto cristiano del hombre; pero al menos este es el aspecto m ás saliente y el eje de la discusión. Podría ser una prueba de ello el hecho de que, entre todos los pro­ blemas tratados en Trento, ninguno logró la importancia, la m a ­ durez y la perfección de una solución, como la que se ofrece en el decreto ”De iustificatione”, con todos los elementos que en él se con ­ tienen en orden a articular una concepción cristiana del hombre. El humanismo renacentista que dom inaba en Europa a principios del siglo xv i, es la fuerza impulsora que mantuvo la inquietud por estos problemas de antropología teológica. Indicamos rápidamente las fuerzas que luchan por este concepto del hombre. a) El humanismo renacentista. — Y a es bien sabido que la cu l­ tura europea del siglo xv y principios del xv i, estuvo dom inada por lo que, con denominación vaga, se ha llamado el «humanismo rena ­ centista». Aunque el nombre sea demasiado amplio e impreciso en los detalles; sin embargo, aproximadamente, podemos describir este humanismo renacentista como una tendencia filo só fica -cu ltu ra l-re - ligiosa a revalorizar al hombre como centro de atención en todos los campos de la actividad humana. Pero esta revalorización del hombre en muchos tèn ia el carácter de una vuelta a los ideales de los tiem ­ pos clásicos greco-rom anos, con un dejo de menos aprecio hacia la concepción medieval del hombre y en general una cierta inversión de los valores vigentes durante el período anterior. No puede pretenderse que el humanismo renacentista se opu­ siera a los principios cristianos; más bien intentaba, en la mente de muchos de sus defensores, una reivindicación del cristianismo más antiguo, en varios de sus mejores aspectos. Sin embargo, el choque con el ideal cristiano del hombre se hizo inevitable en casos muy frecuentes. M ientras la Iglesia predicaba la ruina moral del hombre por el pecado original, su incurable debilidad natural y la necesidad de la ayuda divina, el humanismo se aproximaba al p a ­ ganismo insistiendo demasiado en la bondad de la naturaleza y la incorruptible dignidad humana. La Iglesia asignaba a la vida hum a ­ n a una razón de ser y un destino sobrenatural, poniendo a Dios como fin del hom bre; m ientras que el humanismo propendía, con excesiva claridad, a hacer al hombre fin , medida de sí mismo, oscureciendo su destino transcendente. En una palabra, el human ismo propug­ naba un concepto demasiado optimista del hombre y de sus posi­ bilidades. Este optimismo se refería, primariamente, al orden cultural y a la actividad profana en general; pero también avanzó hasta invadir

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