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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 71 Pero el hecho fundamen tal permanece bien cla ro : que Adán ino­ cente fue creado por Dios en una economía de salvación plena y totalmente cristocéntrica; y que el m ismo Adán tuvo revelación so­ brenatural de esta relación esencial hacia Cristo en que se encontraba. D) El hombre pecador y Cristo. — O tra de las categorías teológicas en que debemos encuadrar al hombre, es la de ’pecador”. La reali­ dad de pecado del hombre no es algo que se pueda bagatelizar en la actual econom ía de salvación. Quien pretendiera desconocer la inm en ­ sa pesadumbre del pecado, o considerarlo como algo puramente «epi­ sódico» y circunstancial en la «historia religiosa» de la humanidad, no habría penetrado suficientemente en lo profundo de dicha eco­ nom ía. El pecado es un momento «esencial» en la actual economía de salvación y un m om en to de importancia primordial en la historia de salvación que ahora estamos viviendo. San Lorenzo nunca m inim izó la importancia primaria del peca­ do; pero fiel al intenso sentido cristocéntrico de su teología, también el pecado ha de estar subordinado a Cristo: No hay gracia sin Cristo, que es su Fuente. Tampoco, en la actual economía presidida por Cris­ to, hay pecado (permisión del pecado), sino en la medida en que el pecado está orientado a la gloria de Cristo. La cuestión general de la permisión del pecado para gloria de Cristo, la hemos de estudiar hablando del primado absoluto de Cristo según San Lorenzo. Ahora queremos anticipar (para completar la fi­ gura teológica del hombre que nos ofrece San Lorenzo), el hecho de que el pecado del hombre (el pecado original sobre todo), fue permitido por Dios para gloria de Cristo. Es decir, que aún este momento negativo, trágico y adverso de la «historia de salvación», todavía tiene allá en su razón de ser más secreta, en la permisión divina, un sentido «positivo», y un cierto aspecto luminoso y cons­ tructor : la glorificación de Cristo y la glorificación de la Trinidad en el amor «doloroso» y sacrificado de Cristo. Todo lo que Dios h a hecho lo ha realizado para gloria de Cristo. Esta afirmación tan clara de la sagrada Escritura cobra su plenitud de sentido en la doctrina laurenciana sobre el primado absoluto de Cristo. Dios creó el mundo para m an ifestar la in fin ita perfección de su bondad, misericordia y caridad, explica San Lorenzo. Para ese m ismo fin creó este pequeño mundo que es el h om b re ; y siempre m a n ­ teniendo este fin de revelar sus perfecciones, perm itió Dios que el hombre fuese tentado y que cayese en el pecado para que se m a ­ nifestase la gloria de Dios y la de su H ijo Jesucristo en este pecado del hombre. Porque, si el hombre no hubiese pecado, habría venido también Cristo como glorificador del hom bre; pero en tal caso las

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