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SANTOS DE CARREA 2 9 intentar ensentido propio la exploración de la naturaleza, descri­ benytratanaveces lasmismascosas, oensentidofiguradoosegún la manera de hablar de aquéllos tiempos, que aún hoy vige para muchas cosas en la vida cotidiana hasta entre los hombres más cultos» (58). Un ejemplo de esto puede verse en la explicación que da de Gen. 1, 16. Sin embargo, la aplicaciónde dicha principio es raraenlasobrasdeSanLorenzo, especialmente enla Explanatio in Genesim, supuestala ciencia admirable deMoisés. CONCLUSION: VALORACIONEXEGETICADESANLORENZO Para una justa valoración crítica de San Lorenzo, es de todo punto imprescindible colocarlo en su ambiente, dentro de las co­ rrientes exegéticas de su tiempo. Y más que a los resultados con­ cretosypositivos, debemosmirar alaorientacióngeneral desuexé- gesis, a sumétodo, al usoquehace de laBibliaenordena lapre­ dicacióny enordenalaapologética. Todos sabemos que la ciencia bíblicaha sufrido una auténtica revoluciónenlos últimos tiempos. Loshallazgos sensacionales del PróximoOriente hanpuesto al des­ cubiertolas civilizaciones antiguas, acuyocontactosehabíaido for­ mando laBiblia. Todoelloha traído, comoconsecuencia, unavisión más exacta de los problemas bíblicos. LaEscrituraha sido colocada dentrodesumundoyhaadquiridonuevaperspectiva. Por lomismo, sería del todo injusto exigir o esperar que un autor del siglo xvi, comoloesSanLorenzo, hayaaportadosoluciones definitivas ohaya abordado problemas que sólo en los últimos tiempos se han podido proponer y resolver. Dentrodel marcode laexégesisdesutiempo, SanLorenzoocupa unpuesto importante. Los contemporáneos del santo están confor­ mes enreconocerel dominioperfectoque teníadelaBiblia: «Yo sé que el P. Lorenzo—afirma el P. BernardodeNápoles—... sabíacasi toda la Biblia dememoria, no sólo enconfuso sino distintamente, alegandolos capítulos yversículosyrespondiendoprontamentealas dudas sobre la Escritura» (59). «Estaba tan preparado para tratar de laEscritura—atestiguael P. JuandeForoSempronio—, tantoen el citar el textohebreo comoel latino, queparecía lasabíademe­ moria; consóloabrirlaencontraba loquebuscaba; siempre latenía en sucelda, en los viajes, llevaba consigo laBiblia latinay lahe­ brea, teniendocasi continuamenteunauotraentre lasmanos» (60). (5 8 ) E B , 121. (5 9 ) C fr . H ie r o n y m u s a F e l l e t t e , op. cit., p. 96. (6 0 ) Ibid., p p . 109-110.

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