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S IX T O M A R IA DE PE SQ U E R A , O. F . M . CAP. 179 de los misterios del porvenir e imprimiendo dirección a la ruta de los pueblos en el presente. Se hallaría, pues, incurso en error quien, ante el fenómeno de es­ casez de clero en Iberoamérica, achacase este descenso numérico, en las dos últimas centurias, a imprevisión en los mandos de la Igle­ sia o a baja en el celo de voluntarios para tan digna empresa» m i­ sionera. El Vaticano ha seguido una regiduría acertadísima. Y Es­ paña con sus hijos, raza eminentemente colonizadora y misionera, no ha considerado obstáculo para sus ansias de salvación de almas, ni las enormes lejanías entre Buenos Aires y Roma, Lisboa y Río Ja­ neiro, Madrid y La Paz; ni le ha retenido la certeza de riesgos múl­ tiples en travesías tan audaces como era echarse a la ventura del «mar desconocido», en aquellas épocas en que, entre el Viejo y el Nuevo Continente, no existía la red de buenas y rápidas comuni­ caciones que, por mar y aire, existen al presente. A partir de la fecha misma de tan «grandiosa epopeya», no ce­ saron, durante todo el siglo xvi y xvn , de salir de los puertos de Sevilla y de Lisboa navios cargados de legiones de apóstoles ansiosos de evangelizar los ilimitados territorios que el Imperio español poseía más allá del océano impenetrable. Unico era su afán : «conv ertir a la fe ca tólica las tribus de indios». Y se engrosan estas filas de adalides del Evangelio para el Nuevo Mundo, en el siglo xv in , con nuevos contingentes de espontáneos que se alistan de las restantes naciones europeas, especialmente de Italia y Alemania. Francia envía pre­ dominante sus sacerdotes hacia el Canadá y América del Norte. La obra evangelizadora de España en aquellas inmensas latitudes fue tan rápida y perfecta, que semejaba repetirse los carismas y portentos de los primeros días de difusión del cristianismo. Y la organización eclesiástica quedaba ya totalmente establecida, en el siglo XVI I , ál igual que la de la metrópoli y restantes países euro­ peos (4). Y nada tiene de extraño que, en tan espléndida primavera del espíritu, fuesen numerosas las flores que se abrían fragantes al sacerdocio y que se cultivaban con esmero en los seminarios espar­ cidos por todos aquellos virreinatos, audiencias y capitanías, cual fe ­ cundos planteles de ciencia y de virtud. Pero al comenzar a soplar por aquellas estribaciones y hondonadas, en la décima nona centuria, los vientos huracanados del liberalismo, (4) Según J. Solórzano Pereyra (1575-1654), buen conocedor por haber sido oidor de la Audiencia de Lima, y G il González Dávila, a mediados del siglo xvn, habia en la América E spañola: 6 arzobispados o provincias eclesiásticas: 32 obis­ pados, con más de 70.000 iglesias; 840 Conventos de varon es; 346 prebendas; dos abadias; 5 capellanías reales; 3 inquisiciones e infinitos colegios, estudios y hospitales...

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