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S IX T O M A R IA DE PE SQ U E R A , O. F . M . CAP. 183 Papa, por lo general, el cardenal Vives y Tuto, y con asistencia de más de 13 arzobispos y 40 obispos llegados todos desde lejanas tierras. Varios habían sido los Concilios Provinciales celebrados, con ante rioridad, en las diócesis y provincias eclesiásticas de Iberoamérica; y todos, de inegable eficacia. Pero las decisiones de aspecto localista o regional no bastaban; pues, el mal, saltando por encima de las fronteras, presentaba un frente de combate mucho más amplio; y se requería una acción conjunta. Se imponía emprender un plan de estrategia supranacional. De ahí la urgencia de una junta de man dos eclesiásticos de todas las regiones de habla luso-española. Se acogió la sugerencia con muy buenos augurios y se efectuó con mu chos más eficaces resultados. Los problemas más acuciantes en el aspecto cristiano de aquellos pueblos que acaban de proclamar su independencia: la práctica de la fe y la vivencia de la piedad, la enseñanza religiosa de las mul titudes y la difusión del error, la práctica del culto divino y cum plimiento de los mandamientos, la permanencia de supersticiones ancestrales y el libertinaje de las costumbres, la vida del clero y formación en los seminarios, los derechos y deberes eclesiásticos..., fueron importantes capítulos de estudio y deliberación y sobre cada uno de ellos se tomaron resoluciones acertadísimas. Las actas del Concilio hablan bien claro de la trascendencia de este acontecimiento. Baste citar este texto: « Nunca se ha h echo por la Am érica Latina, después de su conversión , nada que sobrepase en esplendor, magnificencia y abundancia de gracias, a la celebra ción del Concilio Plenario ». Así se expresaron los prelados asistentes al comunicar a su clero las impresiones de dicha asamblea (5). (5) «N ihil in tota America Latina post ejus conversionem majoris momenti unquam factum est, quod solemni celebrationi Concilii Plenarii antecedat splendore, magnificentia et gratiarum ubertate». A cta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae in Urbe celebrati. Roma, 1900. Vol. I, pp. XCVTI-XCV III. Quizá proceda aclarar este nuevo térm in o: «América Latina». Hasta Pío IX , el nom bre de América, sin adimentos, significaba exclusivamente a la América de habla española. Este es el estilo de los documentos de la Secretaría de Estado de Pío VII, León X II, Pío V III y Gregorio X V I. Es más, incluso a veces en las Congregaciones de Asuntos Exteriores se dice explícitam ente «.VAmerica spagnola». El Brasil, Estados Unidos y lo m ismo Canadá, no entran en esa denom inación general de «América», y cuantas veces se les nombra, se hace con su propio nombre. Pero, a partir de Pío IX , com o la preponderancia de España en aquellos te rritorios se va desplomando y com ienza a sobresalir política y eclesiásticamente los Estados Unidos, la nomenclatura sufre una m od ifica ción : llamar simplemen te «Am érica», com ienza a designar a los Estados Unidos; y el resto del conti-
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