PS_NyG_1959v006n010p0159_0172

F E L IC IA N O DE V E N T O S A , O. F. M . CAP. 167 veneno en el dogma y en la ascética cristiana. Triunfó la verdad con­ tra las diversas formas de maniqueísmo, porque se hallaba anclada en la visión bíblica de un mundo, hecho por Dios y, por lo mismo, todo bueno. La maldad, para el pensamiento bíblico, no está en la mate­ ria; está en la rebeldía del espíritu contra Dios (18). No podemos concluir este apartado sin brindar a cuantos, como E. Bréhier, no ven en el Cristianismo más que una recopia deslucida del pensamiento helénico, esta gran cuestión metafísica sobre la com- cepción de la materia. De seguro que advertirán entre el pensamien­ to griego y cristiano dependencias; pero igualmente rectificaciones profundas e iluminadoras que han salvado la cultura de occidente de las negras sombras del pesimismo oriental, de ser una cultura de parias y deviches. 2 .— Actitud de O. Cullmann ante la ética individual y político social. Menos detenimiento concede O. Cullmann a los problemas de la ética individual y político-social; pero creemos muy instructivo para captar la dinámica ideológica de muchos temas del día, referirnos brevemente a tales problemas. El de la ética individual lo aborda O. Cullmann desde un ángulo muy característico, que sintetiza en el vocablo griego «dokimazein». Lo dice taxativamente: «Ce ................. est le cié de tou te la morale n éo -testam en ta ire » (19). Que signifique para O. Cullmann este vo­ cablo, tan repetido en el texto sagrado, nos lo dice al explicar que, la ética cristiana, no es una ética imperativa, una ética que impone leyes, normas y deberes, sino que en cada caso el fiel debe « doki- m a zein -p roban el Espíritu de Dios que le anima y obra en conformi­ dad con dicho Espíritu. Para O. Cullmann la moral no sólo se ancla en el dogma, sino que es el mismo dogma en cuanto éste incita a actuar en conformidad con sus exigencias, o mejor, en cuanto el Es­ píritu Santo debe llevar al creyente a conducirse según el Espíritu. «En el dominio de la moral, escribe textualmente, no existen impe­ rativos morales de valor «general», sino tan sólo indicaciones con­ cretas hechas a la luz del indicativo de la salvación. El capítulo 6 de la carta a los Romanos muestra netamente que, en S. Pablo, el imperativo procede del indicativo de la muerte y de la resurrección con Cristo... Es el Espíritu Santo quien debe guiar al creyente... La (18) Es este uno de los temas fundamentales de C. Tresm ontant, Essai sur la peusée hébraique. París, 1953. (19) O. c„ p. 164.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz