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162 C R IS T IA N IS M O Y CU LTU R AS HUM AN AS de: «el universalismo y la filantropía helenística subsisten en toda la historia del Cristianismo». Y como contraprueba para posibilitar este influjo recuerda Allbright el hecho de que Jesús se educara en una región donde judíos, sirio-fenicios y griegos convivían y donde los interferencias cosmopolitas eran más acentuadas (6). Es ésta la postura de un protestantismo que disuelve a Jesús y su mensaje en el agua turbia de las culturas humanas. Frente a esta dirección extremista oigamos afirmar a O. Cullmann que existe una «opposition fondam en ta le » entre la metafísica hele­ nística y la revelación cristiana. Si hoy no se tiene muchas veces conciencia de esta oposición, añade, es que la metafísica griega ha logrado eliminar la concepción bíblica, dando lugar a un lamentable truco por el que se tiene por cristiano lo que en realidad es grie­ go (7). Puntualicemos ccn más detención la oposición que establece O. Cullmann entre Cristianismo y filosofía, pues nos hallamos inmersos en lo más grave del problema, que deseamos prospectar en estas líneas. El tema central del libro, el concepto de tiempo, nos brinda la primera oposición radical, según O. Cullmann, entre Cristianismo y metafísica griega. «Toute spéculation philosophique sur la nature du temps, telle qu’elle règne dans la philosophie grecque..., est total­ em en t étrangère au christianisme primitif» (8). Para el Cristianis­ mo primitivo, lo mismo que para el judaismo bíblico, continúa O. Cull­ mann, la expresión simbólica del tiempo es la linea a scenden te, mien­ tras que para el helenismo es el círculo cerrado (9). De esta primera antítesis radical entre cristianismo y filosofía, deduce O. Cullmann otro no menos importante sobre el destino hu ­ mano en orden a la salvación. El helenismo fue delicadamente sen­ sible al tema de la « soterla ». Los mejores historiadores ven en el ideal del sabio estoico o epicúreo un ideal «soteriológico». O. Cull­ mann advierte que para el Cristianismo este ideal se realiza en un sentido rigurosamente temporal, en cuanto que, primeramente, es es­ peranza de redención en Israel y después realización en Cristo, que de esta suerte se constituye en verdadero centro y eje de la historia humana. Por el contrario; los griegos no pueden concebir que la sal­ vación personal del sabio pueda resultar de un acto divino, cumpli- (6) Cf. A lb rig h t, w . F., De l’age de lapierre à la chrétienté. Le monothéis­ me et son évolutionhistorique. Paris, 1951. p.290-291. (7) O. c „ p. 38. ( 8 ) O. c „ p. 36. (9) O. y l., c.

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