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F E L IC IA N O DE V E N T O S A , O. F . M . CA P. 161 negación había llegado a desbocarse en las simas del racionalismo panteísta y del naturalismo procaz. La reacción pietista de la teología protestante también denuncia estas simas anticristianas. Es la obra que inicia Kierkegaard frente a Hegel y que culmina hoy día en la teología de K. Barth y su di rección teológica. Aunque con peculiares matices, O. Cullmann se alinea en esta dirección de la teología protestante, como reacción violenta, superespiritualista contra las demasías del naturalismo ra cionalista. Desde el «A van t-p rop os», de su libro quiere dejar bien asentada su actitud con estas palabras: «Le critère permettant de découvrir ce qui forme l’essence du christianisme ne saurait être, en aucun cas, un «a priori» philosophique» (3). La exégesis protestante, en su dirección filosofante y racionalista se había mostrado tan atrevida desde los tiempos de Sebastián Franck, ya en días de Lutero, que había llegado a disolver la figura de Je sús en un mero símbolo de la unión del espíritu humano con el divino. Por la vida del joven Hegel, tal como nos la describe Dilthey, sabemos cómo ésta concepción meramente espiritualista de Cristo revolucionó por completo el pensamiento del joven filósofo y le abrió a la filosofía de la Idea. Con decisión reacciona O. Cullmann contra esta falsificación filosófica de la figura de Jesús, trocada en mera manifestación del espíritu. Un docetismo en sentido largo, escribe O. Cullmann, no ha existido solamente en el cristianismo primitivo. Hasta nuestros días ha sido la gran herejía cristológica (4). Repugna al sentido cristiano de O. Cullmann que Cristo sea reducido a una mera Idea, aunque ésta sea con mayúscula. No cita los nombres que patrocinan tal falsificación. Pero los conocemos demasiado. Con el cristianismo tradicional conviene O. Cullmann en que Je sús de Nazareth es «la révélation absolue de Dieu aux hommes» (5). Pero, ¿qué relación guarda esta divina revelación con la cultura hu mana, y más en concreto con la filosofía? Siendo la filosofía griega la filosofía vigente en la época de Je sús, es con ésta con quien primeramente se debe comparar su men saje. Pues bien; al intentar esta comparación, la ideología protes tante de nuestros días se escinde de nuevo en dos direcciones dia metralmente opuestas. W. F. Allbrigth niega que el helenismo haya tenido influjo en la idea de Dios que manifiesta Jesús; pero reco noce este influjo en muchas de sus ideas religiosas y en el maravi lloso equilibrio de que rodeó su obra y su doctrina. Igualmente, aña- (3) o. c„ p. 9. (4) o. c„ p.91. (5) O. c„ p. 15. 11
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