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170 C R IS T IA N IS M O Y CU LTU R AS H UM ANAS lizar su nombre a favor de las primeras, protesta K. Barth y pide al cristiano se desentienda de estos temas político-sociales en los que el Cristianismo no se halla comprometido. Su consejo final es que todo cristiano se halle siempre dispuesto para la hora grande del sacrificio por Cristo. En este sentido se orienta igualmente el pensamiento de O. Cull- mann. La historia humana no tiene otra importancia que la de ser lienzo donde el cristiano dibuje la figura de Cristo. La consideración soteriológica debe cerrarle a toda otra consideración. Ante actitudes tan radicales, recordemos que también nuestros predicadores repiten muy a menudo aquello de que: «al final de la jornada, el que se salva, sabe. El que no ...». Pero la voz autorizada del Pontífice Pío X I I reiteradamente exigió de los cristianos que no se desentendieran de los problemas familiares y sociales de los pue­ blos, de las cuestiones de la guerra y de la paz. El padre R. Leiber, conocedor íntimo de la vida de Pío X II, nos hace saber en una nota necrológica a su memoria, la actitud del gran Papa en esta delicada y gravísima cuestión. «El super-espiritualismo, escribe, el contraerse a lo ’’puramente religioso” no halló favor nin­ guno a los ojos de Pío X II. Para él, la fe tenía que realizarse en todos los sectores de la vida, teniendo en cuenta perfectamente su relativa autonomía. Nunca admitió que la política nada tiene que ver con la religión. El ejercicio del derecho de sufragio constituía para él una obligación moral siempre que de las elecciones depen­ diera algo para la causa de Dios, el orden moral o los derechos de la Iglesia» (25). Pío X II vuelve sobre la idea que constituye el tema sinfónico de la obra de Donoso Cortés quien abre su Ensayo con estas frases tantas veces comentadas: «M. Proudhon ha escrito... estas notables palabras: ”Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teolo­ gía”. Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon» (26). El gran Marqués de Valdegamas, se sirvió de la teología para otear el horizonte político-social de la vieja Europa. Lo mismo nos enseñó el inmortal Pío X II. Nunca, por el contrario, la mirada miope de la teología protes­ tante se ha asomado a estos panoramas grandiosos que el Papa finado sintió como pocos y que tuvo un innegable precursor en nues­ tro pensador español. La « Teología de las realidades terrenas », que hoy se preanuncia tan pletórica de vida, nos está hablando de una (25) Pío XII, en Orbis catholicus, 1 (1959) 141. (26) Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo. O. C., (Bac.), I, p. 347.

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