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DON ATO DE M O N L E R A S , O. F . M . CAP. 155 abajo; una sola cosa pregunta: si el pobre ha comido» (12). «En cuanto a la propiedad, lo tuyo es tuyo y lo mío es mío; pero en lo que se refiere al uso, ha de quedar claro para siempre, que, luego de proveer a las necesidades propias, a las de nuestra familia y al de­ coro personal, lo que exceda ya no es ni tuyo ni mío, sino de los pobres y de todo aquel que lo necesite. Y esto en fuerza de la reina de las virtudes, la caridad, el amor al prójimo que es el mandato de Jesús» (13). Obras son amores. Supuesta la realidad, espiritualmente sombría sobre todo, del mun­ do de hoy y los motivos evangélicos que pueden decidir una solución satisfactoria para el porvenir, una cosa, sobre todo, importa: ¡ha ­ cer! ¡Transformar la doctrina en vida! «No es éste el momento de discutir, de buscar nuevos principios, de señalar nuevas metas y ob­ jetivos. Unos y otros —ya esencialmente conocidos y determinados desde Cristo— esperan sólo una cosa: su realización concreta». El grave problema de nuestro tiempo tiene su última explicación no tan­ to en la ignorancia cuanto «en la insensibilidad del espíritu, en la dejadez de la voluntad y en la frialdad de los corazones». Brevemen­ te: en la apostasía práctica del Evangelio (14). Se impone, como nunca, un ensayo concreto, efectivo, sin reservas ni claudicaciones más o menos camufladas, de las consignas de Jesús. «Nuestro movimiento se llama FAC, y FAC es un claro imperativo que significa: haz, transforma las palabras en obras, realiza, crea vida. Crear vida, realizar obras, hacer que todos los cristianos v i­ van finalmente la ley del amor, es la suprema urgencia d e nuestros días» (15). El campo de realizaciones de esa movilización de la parroquia para la batalla de la reeducación en el amor es amplísimo y, de hecho, se ha concretado en muy diversas zonas de trabajo, todas con parecidas tácticas y bajo el mismo lema común: Fraternal Ayuda Cristiana, es decir, transformación de la parroquia en una grande y compacta familia donde, como fruto de una caridad verdaderamente operante, se alivie el dolor, desaparezca la miseria y todos se sientan auténti­ camente hermanos. «Se trata de reconstruir una Cristiandad que sufre de anemia por falta de Fe, Esperanza y Amor. En lo que res- C12'> S. Pedro Crisoi-ogo, Serm. X IV , PL 52, 232. (13) A rnaboldi , 1. c., p. 61. (14) Lombardi, S. J., P ío X II por un mundo mejor, p. 254, n. 96. CÍ5) Arnaboldi, 1. c., p. 89. 95.

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