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154 ” F A C ” , MUNDO M E JO R Y S A N F R A N C ISC O gelio, no puede tener, en última instancia, otro molde ni otro ideal que el señalado por Jesús mismo: el amor. «El mundo se pierde, no por insuficiencia de doctrina o porque la ciencia fa lte; muchos se­ rían capaces de razonar sobre el amor y explicar sus leyes con rara habilidad. El mundo se pierde porque los hombres no viven el amor, porque aún gran parte de los que hacen manifiesta profesión de vida cristiana no aman. El Evangelio, ley de amor, exige vida de amor; sólo éste es el camino que salva» (9). La FAC no es, no impone más que eso: Penetrar hasta el fondo del Evangelio: el amor transformarlo en vida y comunicarlo a nues­ tros hermanos. En el acercamiento a Jesús, hecho lección excepcional en las páginas del Nuevo Testamento, se encontrará cualquiera con este compromiso insoslayable, vibrante en las enseñanzas y en la vida del Maestro como en la doctrina y en los ejemplos de sus me­ jores. Aquí se cifra todo el contenido del movimiento de recristia­ nización iniciado por la FAC. «Es la amistad íntima y personal con Jesús vivo y activo hoy y en nosotros para situarnos a su lado, en una fe-vida , combatiendo la ofensiva cada vez más terrible del egoís­ mo y del odio en una batalla gigantesca de reeducación del mundo en el amor... Estos grupos deben tener como regla absoluta sin ex­ cepciones: Amar siempre. Solamente amar. Amar a todos. Amar a toda costa. Amar, no con palabras, sino con la vida» (10). En el campo de las relaciones sociales, nada se hace tan insusti­ tuible y decisivo como esta Ley fundamental del Amor, consigna y meta de la contraofensiva salvadora de Jesús. Más allá de los es­ trictos deberes de justicia y de las posibles «acomodaciones» del men­ saje evangélico están las puras exigencias del ideal cristiano, per­ fectamente posible y único eficaz: el del Amor, sobre todo al nece­ sitado. El pobre — en la acepción más amplia de la palabra— es, evangélicamente, sinónimo de «hermano» de Jesús, encarnación viva del mismo Jesús, y a él corresponde, por tanto, en la ciudad de Dios, el primer puesto. Tanto es así que será de hecho la contribución caritativa para resolver el problema social — alimento, vestido, vi­ vienda, protección a los necesitados...— el punto de referencia para sentenciar definitivamente a los hombres el día del juicio (11). «Dios no pregunta si Abel ha sufrido, si Noé ha conservado el mundo, si Abrahám ha mantenido la fe, si Pedro ha sido crucificado cabeza (9) L o m b a r d i , S. J., Pío X II por un mundo mejor, p. 253, n. 95; A r n a - b o ld i , 1. C.. p. 47-49. (10) A r n a b o l d i . 1. c., p. 21 ss. 91. 94. 200. (11) Cf. A r n a b o l d i , 1. c., p. 52 ss. ; Mt. 25, 31-46.

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