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D ON ATO DE M O N L E R A S , O. F . M . CAP. 153 las aberraciones tristes e inhumanas, de individualismo y masa, es­ tán los ejemplos y las enseñanzas luminosas de Cristo. Una solución recta y sólida sólo puede venir del Evangelio, cuando se reconozca que todos los hombres forman una gran familia como hijos del único Padre que está en los cielos y verdaderos hermanos mediante la unión con su divino Hijo, que El envió redentor de todos (7). Exactamente eso es lo que pretende, en su círculo reducido pero vital dentro del gran marco religioso de la Iglesia y de las condiciones terrenas de la misma sociedad humana, la FAC: convertir la parro­ quia en una familia de Dios, en un conjunto de hermanos que se ayuden, movidos por el más limpio desinterés y una generosidad ca­ ritativa sin límites, bajo la guía paternal del párroco. Todo ello a ia luz del más puro Evangelio. El P. Lombardi ha definido así, quizá demasiado expeditivamente, este movimiento: «La práctica es la del Amor y la teoría, la del Evangelio». Más bien, creo yo, habría que decir que todo ello — teoría y práctica— no es otra cosa que el Evangelio de Jesús vivido según su postulado fundamental del Amor. En efecto, la FAC es, ante todo y sobre todo, Evangelio íntegro, sin mixtificaciones ni glosas, aplicado a las necesidades más acu­ ciantes de los hombres que forman, geográfica y espiritualmente, el plano de trabajo de una parroquia. Un Evangelio hasta las últimas consecuencias. La misma Teología Moral no ignora que establecer los límites del «pecado» no es más que una de sus obligaciones, re­ sidiendo su deber central en la guía de las almas por el camino, siem­ pre más comprometedor y hacia la altura, de la verdadera salva­ ción: El Evangelio con todo su valor positivo y constructivo. De aquí el ardiente anhelo de los sistematizadores de este movimiento apos­ tólico: «Soñamos con el día en que, en el centro de todas las iglesias, sobre el almohadón de raso de un suntuoso reclinatorio, reine la más espléndida edición de los Evangelios. Soñamos para cada año una solemne fiesta del Evangelio y pequeños y elegantes Evange­ lios con comentarios sobrios y prácticos en todos los hogares, donde cada noche, como un culto, el jefe de familia lea y com en te una página que luego se traducirá en obras » (8). Ley de Amor. La magna empresa de reconstruir el mundo, «según la voluntad de Dios», encarnada fundamentalmente en las máximas del Evan- (7) Lombardi, S. J., P ío X II por un mundo mejor, p. 525, n. 94; p. 342, n. 173; p. 398, n. 220; p. 458, n. 267; Cf. Ecclesia, 10 (1950), I, 33. ( 8 ) A r n a b o l d i , 1. c.; p. 10, 66 . 91. 94-95...

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