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DONATO DE M O N L E R A S , O. F . M . CAP. 151 Pero, sobre todo, ha fracasado el amor. «La gran víctima de la guerra es el amor». Individual, familiar, social e internacionalmente existe un descarado «divorcio de corazones», un vivir desnutrido de verdadero amor evangélico y cristiano. Sobre todo ante la llamada del débil y del desheredado de la fortuna. «No son los bienes los que faltan. ¡Falta el amor!» (3). Este «estado general, explosivo a cada instante», es por sí mismo un permanente grito de alerta a la conciencia de todos, sin distin­ ción de estados, para que se apresten personalmente a la gran tarea. «Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos», intentando, mediante una renovación total de la vida, la reconstruc­ ción del orden auténticamente cristiano. Mientras no se llegue a en­ carnar prácticamente el espíritu evangélico en las estructuras y or­ ganizaciones de los hombres de hoy, persistirá, cada vez con más violencia, sobre todo en el campo social, ese estado irritante y agónico. Tengamos, con todo, presente que nos encontramos ante una si­ tuación preparada por la Providencia. Y esto, junto con una mayor responsabilidad, engendra inevitablemente un franco optimismo. «Es­ ta generación humillada inspira mucha mayor simpatía y da más esperanzas para el porvenir del género humano que la generación precedente y varias otras del pasado, satisfechas de si y engreídas». Aunque el fallo, pues, parece total, no puede decirse, humana y pro­ videncialmente, irreparable. Por eso especialmente, para decirlo con palabras de Pío X II, «a pesar de todo amamos a nuestro tiempo» (4). Jesús a la vista. Es innegable que en el fondo de muchos espíritus, meramente espectadores o responsables directos de esa «progresiva apostasía de Jesús», que define la actitud de una gran parte de los hombres, alienta un deseo de algo definitivo, superior a las fórmulas pura­ mente humanas, que satisfaga y salve. «Parece como si Dios estuviera preparando a la humanidad entera para algo verdaderamente insólito... ¿Es acaso que Dios quiere empujar a los hombres hacia una más concreta y ansiosa búsqueda de Jesús? La experiencia moderna mues­ tra precisamente que, el olvidar o desatender la presencia de Cristo en el mundo, ha provocado el sentimiento de extravío y la falta de seguridad y de estabilidad propia de la era técnica». Por eso mismo (3) Lombarm, S. J., Por un mundo nuevo, p. 156; A rnaboldi, La Familia de Dios, p. 76. (4) L o m b a r d i , S. J ., Pío XII, por un mundo mejor, p. 252, n. 94; p. 253, n. 95; / d e m . Por un mundo nuevo, p. 51. 60; J u a n C a n t o R u b io , Las ejercitaciones para un mundo mejor, p. 81.

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