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JO A Q U IN DE E N C IN A S , 0 . F . M . CA P. 137 dentemente influye en la fecundidad de la mujer. Mayor relación pa­ rece existir entre la disminución de matrimonios y el descenso de natalidad. Pero ya este hecho reclama nuestra atención. ¿A qué se debe ese menor número de matrimonios existiendo mayor número proporcional de solteras que en el ambiente rural americano? De nuevo es posible que se oculte en este hecho una situación económico- social. También puede influir la vida religiosa que es indiscutible­ mente floreciente en esa población y que gana para la virginidad a bastantes jóvenes. Solamente un examen a base de encuesta y ob­ servación podrá explicar ese hecho. Las estadísticas de matrimonio revelan una normalidad también relativa. Las edades son proporcionadas entre los contrayentes aun­ que existe la tendencia a retrasarlas. Habrá que ver hasta qué punto influye en el general retraso la costumbre u otros factores sociales y económicos. Las relaciones prematrimoniales podrían de algún modo traslucirse en su corrección moral o en su desorden a través de los hijos ilegítimos. Pero estos son tan esporádicos que escapan a toda fijación estadística y desde luego no pueden servir de base para deducción ninguna. Otros aspectos del matrimonio quedan re­ servados a la observación o a la encuesta. En la actualidad el número de defunciones se ha reducido a un límite conveniente. Pero todavía la infancia, particularmente en el primer año de vida, sigue pagando un considerable tributo a la muerte. Y en ningún caso se revela mejor la deficiencia de la si­ tuación social-económica de la población como en estos casos. Aún atribuyendo a la ignorancia muchas de las defunciones infantiles, habría que hacer en última instancia responsable de este hecho al nivel de vida. La asistencia médica y los remedios farmacéuticos es­ tán, para una familia'medianamente acomodada, casi al alcance de la mano. Una mortalidad infantil de 49 niños en 188 defunciones ocu­ rridas en los diez últimos años sigue siendo un número muy elevado, aunque sea más favorable que la mortalidad infantil de hace unas décadas. El estudio de la población activa y la composición por profesiones abriría a su vez innumerables interrogantes en torno a la situación de la «población óptima», y del «óptimo económico». Por su parte la distribución de la propiedad, el cultivo y la productividad del suelo, casi únicas fuentes de riqueza en el municipio, serían como la otra coordenada para determinar la situación social de esa comunidad rural. Sería ingènuo reducir toda la sociología a esos dos aspectos y mucho menos a las preguntas arriba formuladas. La vida social de una comunidad tiene una mayor complejidad de manifestaciones y de aspectos que los traducibles a tablas estadísticas. Pero la demo-

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