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GABRIEL DE SOTIEI.LO, O. F. M. CAP. 75 Lo cu a l es p recisam en te el hecho m isterio so e inqu ietan te, pues ocu ­ rre que con un pen sam ien to nuestro , rea lid ad tra n sito ria , fugaz, de un mundo fugacísim o , en tram o s en posesión de algo pe rm anen te y sobretemporal» (42). A cu a lqu ie r le cto r de O rtega que pase del Prólogo a la H isto ria de la F ilo so fía de B ré h ie r, p. e., a esta pág ina que acabamos de tra sc rib ir, le p a re ce rá que esto sig n ifica nad a menos que un d e sh a ­ cer todo lo a llí constru ido . Lo de entonces nos sonaba extraño y duro de acep tar. E sto , en cambio, se nos h a vuelto de u n a verdad y de un a sen cille z ta l que nad ie te n d ría in conven ien te en su s c rib ir­ lo. L a h isto ria es u n a ten tación de rela tivism o , por m o strarno s la in fin ita variedad de opiniones que hom b res egregios h a n sostenido a ce rca de un m ismo asunto. «Pero como da un sentido p len a rio a cad a posición re la tiv a del hombre y nos descubre la verdad e tern a que cad a tiempo h a vivido, supe ra rad ica lm en te cuan to en el r e la ­ tivism o h a y de in com patib le con la fe en un destino tra n sre la tivo y como eterno en el hombre. Y o espero, por razones m uy concretas, que en n u e stra edad la cu rio sidad por lo eterno e in v a riab le que es la filo so fía y la cu rio sidad por lo voluble y cam b ian te que es la h is ­ to ria, por p rim e ra vez, se a rticu len y abracen» (43). Con esto la f i­ losofía vuelve a ser c ie n c ia de lo perdu rab le y no un mero sucederse de opiniones en tre sí in con ciliab les. L a a sp ira ció n a s a lv a r el va lo r u n iv e rsa l del conocim ien to sin desatender el hecho de que la r e a li­ dad es concreta, sin g u la r y contingente, ¿no h a sido la am b ición de todos los filósofos, desde A ristó te le s? ¿No se reducen ú ltim am en te a eso la s d iversas teo rías crite rio lóg ica s que bu scan da r un contenido a nuestro s ju ic io s u n iv e rsa le s? Lo que pud iera llam a r la atención es el in ciso de que e so n u n c a se h a logrado y que e s o v a a conseguirse aho ra «por p rim e ra vez». Pero con ello no se h a d icho todo. O rtega, que siem p re h a pos­ tu lado el m áxim o rigor teorético, «el conocim ien to llevado a su m á ­ ximo in ten to» , el heroísmo in te le c tu a l, no se v a a co n ten ta r con n ad a menos que con exig irle a la filo so fía un a c la rid ad que sea la m ism a evidencia. «Y un a teo ría sólo es de verdad v erdade ra cuando se compone de eviden cia s y por eviden cia s procede. L a teo ría se compone de comb inaciones, de conceptos, de lo que llam am o s ju ic io s o proposiciones — si ustedes qu ieren— de frase s. E n la s fra se s d e ci­ mos que ta les cosas son de ta l m an e ra y no de ta l otra. Pues bien, un a fra se es verdade ra cuando podemos co n fro n ta r lo que e lla dice con la s cosas m ism a s de que e lla dice. L a verdad es, por lo pronto, (42) ¿Qué es Filosofía? (Madrid, 1958), p. 28. (43) Ibid., p. 34.

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